Haciendo memoria

Alejandro-VidalLa noche es estrellada, de esas que solo el Sur Argentino puede dar. Me doy cuenta porque el cielo raso de la casa donde duermo sigue en construcción. Le deben quedar entre cuatro y cinco meses de obra. Estoy en el living, el piso es de madera y por las astillas que me clavé, le falta también laburo. Hay un par de leñas que arden y crujen, sonido típico. El fuego se refleja por el vidrio de la Tromen que da la única luz que hay en el ambiente. Al fondo, contra una pared, un parlante que agoniza con los últimos porcentajes de batería, y escupe algunas canciones de los Heroicos Sobrevivientes. Hace frío, mucho. Entre las manos, una petaca de whisky que me mantiene el cuerpo caliente. Estoy a pocos metros del lago Raulí. Fue un día difícil. Poco pique y muchas horas en el agua, mala combinación. Encima se me pinchó el wader en la zona de la cintura. Ale tampoco tuvo un buen día, se abrió la frente contra una piedra. Todavía no sé qué carajo quiso hacer pero está preocupado. La herida no parece profunda, fue más el golpe que otra cosa.

Pollo, ¿estás mejor? No me acuerdo de nada. ¿De nada de qué? De nada. Y de a poco me empiezo a preocupar pero como un problema, si no tiene solución, no es un problema, elijo no amargarme. Trato de encarar lo que queda de la noche con optimismo, por suerte hay whisky y leña y me quedan varias horas para hacerle acordar al cabeza quién es.

Por donde querés empezar. No sé, boludo y no te jodo, no me acuerdo de nada. Arranquemos desde el principio, entonces. ¿Tenés whisky? No, primo, servime.

Y le llené la petaca.

Arranquemos, cabeza.

Se acercaron al living Ange y Fena para susurrarme al oído todo lo que yo no sabía.

Naciste a los siete meses, estuviste varias semanas en una incubadora y así llegaste a este mundo, pataleando y haciendo preocupar a más de uno. Absolutamente todo Tigre estuvo pendiente de vos, fuiste malcriado como pocos y eso justifica tu insoportable carácter de pendejo. Cuando llegaste a tu casa desde el hospital, Ange, tu vieja, se encargó de ponerle barbijo a todos los que se acercaron a visitarte. Y ya, desde chiquito, empezaste a absorber las costumbres detallistas y cuidadosas de una madre espectacular.

Sos el ante último de seis hermanos, tu hermana más grande es Ange, seguida por Fer, Vicky y Luz, a vos te sigue Agus, la más chica. A la que no le dejaste pasar una sola y la tuviste cagando durante varios años, con algún que otro abrazo de por medio.

Tuviste una gran infancia, rodeado de una muy linda familia. Con un viejo campero, que te enseñó el valor del mate, de un buen asado acompañado por un tinto y te inculcó en las venas la importancia de laburar, siempre con honestidad. Con una vieja que siempre estuvo impecable, que te dijo nada más y nada menos qué es lo que es bueno y qué es lo que es malo para tu vida, y te enseñó a rezar.

Viviste prácticamente toda tu vida en una casita bordó, sobre la calle Bolo Bolaños 1455, con un jardín muy lindo y un quincho mejor. Tenías un don para afanarle a tu vieja la llave de la “pampensa”, la despensa y comerte todo. Tenías carácter, eras bravo cabeza, eras rebelde, Heroico, rockero y renegado, en tu casa, obvio. Porque con tus amigos siempre fuiste otro, “El Pollo”. Cada vez que tu viejo te encerraba en el baño te quedabas durante una hora entera pateando la puerta. Jodías con “Cunca” de un lado al otro, un perro de la casa. Luz, tu hermana, te salvó de que te ahogues en la pileta, porque así eras, imparable.

Pasaron los años y te tocó arrancar con la vida escolar, el San Ramón fue tu primera experiencia, salita de cuatro, en donde conociste lo que era la amistad, con Bernie. La primaria la hiciste en el Pilgrims, donde hiciste varios amigos, y eso de ser amiguero siempre fue una de tus virtudes. Con ellos disfrutaste al mango veranos en La Esperanza, en donde tenías tu caballo, tu recado y supiste ser feliz.

La secundaria la viviste en Los Molinos, varios de tus nuevos amigos se quedaron en tu vida para siempre, Jito, el Negro, Nico, Cholo, Javata, Marquis y muchos más.

Jugaste varios años en “El Garkador”, el equipo de fútbol 11 de Los Molinos que supo tener sus épocas de gloria. Eras bueno, habilidoso, quizás un poco lento y a medida que pasaron los años te fue pesando un poco más el culo, pero tu afán por esquivar arqueros siempre estuvo intacto y con una gran efectividad.

Arrancaste con tus primeros laburos de chico, repartías pizzas en un Renault 4L blanco, y me encanta que sonrías mientras te lo cuento.

Dame más whisky.

¿Te empezás a acordar de algo?

De a poco.

Sigamos entonces.

Antes poné “A rodar mi alma”.

Dale.

De repartir pizzas te fuiste al mercado inmobiliario, donde nunca más te fuiste. Arrancaste a laburar en Grondona, donde tuviste a María Torino como jefa, más mala que las arañas pero gracias a ella aprendiste a laburar. Después te asociaste con Bernie y laburaste en Mosquera y Gallastegui, ventas más, ventas menos, siempre te supiste mover. Te fuiste de viaje a USA, empezaste a crecer cada vez más.

A los años arrancaste con Rubica, donde laburamos juntos más de dos años.

Alejandro.Vidal.Federico.Gallardo¿Te acordás cabeza? Tardes enteras escuchando Heroicos y lindas mañanas de tenis antes de ir a la oficina en Office Park.

Cuando me llamaste para laburar con vos no lo dudé, porque para mí, siempre fuiste un Norte. Y nuestra relación fue creciendo con el tiempo, arrancó con algunos partidos de tenis en el Rowing, cuando me buscabas por Montes de Oca con el 4L y creció durante incontables recitales de Heroicos o partidos de nuestro querido Boquita, en el templo del fútbol mundial…

Y cuando llegó la etapa de laburar, me enseñaste y me marcaste como ningún otro jefe lo hizo. Me acostumbraste a tu cara de orto habitual de la mañana, pero me bastaba una sonrisa o un “primo, hacé un mate” para saber que tenías un buen día.

Detallista, responsable y honesto.

El detalle cabeza, siempre estuviste en eso. Hay un libro de Pep Guardiola que dice “el detalle hace a la perfección” y así construyó el mejor Barcelona de toda la historia. La responsabilidad para achicar el margen de error, y llevarlo a prácticamente cero. Y la honestidad. No es fácil manejarse durante tantos años en un rubro que está minado de soretes, y que la “ventajita” parece ser el valor principal. Siempre fuiste con la verdad y eso hace que hoy no pare de sonar tu teléfono, porque la gente ve en vos un referente. Alguien a quién recurrir, a quién pedir un consejo sobre un lote, una casa o, en mi caso, sobre la vida.

Al tiempo me fui de Rubica, seguí mi camino y vos el tuyo. Llegaste a Mieres, lugar donde te supiste acomodar para volverte, una vez más, un referente hasta el día de hoy.

Te pudiste comprar un techo propio, primero fue un departamento en Roque Sáenz Peña, fruto de haber laburado muchísimo. Lo vendiste y pasaste a un dormie en Santa María de Tigre, te quedó chico y lo vendiste, como culo inquieto que sos. Pasaste a comprarte la casa donde vivís ahora, en El Aterdecer. Hace poco la reformaste y me juego un brazo que no vas a parar hasta tener tu casa en Santa María, frente a la laguna… ¿me equivoco?

Tenés tu casa, si, tuya, porque vale la aclaración, y estoy seguro que a veces te olvidas, con la vorágine de este mundo, que sos dueño de un techo. Y que en él viven las tres personas más importantes que tenés en tu vida.

¿De qué me hablás?

¿En serio no sabés de qué hablo?

Te juro, dame más whisky. 

Hablo de Magda, la mujer que te cambió la vida, la madre de tus hijos. La que llevaste al Driving para hacerla a tu medida, y te salió mal porque en el primer swing tiró el palo a la mierda. La miraste y le dijiste, “andá a buscar el palo” como si fueras su viejo, le pediste perdón al flaco de al lado, tiraste las pelotas, te fuiste y nunca más en tu vida la llevaste.

A parte de eso, tuviste un noviazgo lindísimo y sano, de dos años, en el que hizo falta un corte para darte cuenta que era ella.

Te casaste.

Siempre destacaste de Magui su sonrisa, su energía y sus ganas de vivir la vida. La convertiste en Madre y ella a vos en Padre. Tuviste la suerte de encontrar a una compañera fiel para caminar juntos lo que queda de esta vida.

Cómo creciste cabeza…

Y llegó tu primer hijo, Nacho, Nachito… Y si mariconeas y te emocionás, no pasa nada, porque estamos solos, acá en el Sur, en este living sin terminar, y sé lo que te cuesta largar lo que tenés adentro, sos duro macho, pero aflojá… Porque no hay padre que no se emocione cuando le hablas de un hijo.

Nachito llegó para hacerte feliz y enseñarte que en la vida siempre se puede dar un poco más, más paciencia, más dedicación y sobre todo, dar más amor. Llegó para convertirte en un Padre único, que con sus defectos y virtudes, siempre deja todo en cancha. Y quedan pocos como vos cabeza, con tanto huevo.

Al tiempo llegó Delfi y te puso más aprueba todavía, pero te dio más felicidad y más amor. Y la mirás y te derretís, porque “la gorda” se convirtió en la luz de tus ojos. Y ellos tres son la razón para volver a casa.

Sos familiero como pocos, disfrutás al mango tus 16 sobrinos, te eligieron Padrino de cinco (Titos, José, Tomi, Mini y Bauti) y te encanta comer un buen asado con los tuyos. “Whiscacho”, “¿pasás?”, “mate”, “tengo un buen vinito”, son los códigos que usas con tu viejo y tus amigos para verlos… Porque así sos, seco, te cuesta demostrar cariño, sos más bien… frío. Pero el que te conoce, disfruta de una sonrisa, un abrazo o un mensaje tuyo. Con eso nomás, con poco, hacés mucho. No dejes de hacerlo… Los vínculos implican responsabilidades Ale, seguí sonriéndole a los que te rodean.

Y así estás cabeza, cumpliendo 36 años, con una vida increíble, una mujer que te ama, dos hijos espectaculares, una familia que te acompaña siempre, muchísimos amigos que te quieren y un primo hermano, el más chico, que te admira.

Sigamos caminando juntos Ale.

Si, primo, queda mucho por andar.

¿Más whisky?

No, se me aflojaron los párpados.

¿Te acordaste de algo o estuve hablando al pedo durante horas?

Si Fedu, me acuerdo de todo, gracias.

Esto es solo un poco de todo lo que sos, pero mañana seguimos…

Gracias primo, será hasta mañana entonces.

Ojalá tengamos buena pesca, ¿apagás el parlante?

Dale, Gloria Eterna para vos.

Para vos también Cabeza, te quiero.

Pará, una cosa más, ¿qué me pasó en la nariz?

La nariz esa que tenés, gorda y grandota es por un bochazo que te dieron jugando al polo de pendejo, fue un rever fantástico que Diego, tu primo hermano, nunca más va a volver a pegar…

Qué hijo de puta.