Mi único objetivo es llegar a casa

IMG_1397No sé que me pasa, estoy ansioso, molesto, extremadamente nervioso. Transpiro, respiro rápido, mi corazón late más fuerte de lo normal. Estoy en un estado de ira inimaginable en la que agarraría la 9 de julio y empezaría a correr directo a casa. Probablemente se me acabe la nasssta a la altura de la villa 31 de Retiro, pero pienso que estar ahí me daría más fuerzas para correr (llamémosle a eso cagaso). Pienso que probablemente elegiría Run Like Hell de Pink Floyd para que el coro me grite de fondo: «run, run, run…» y me haga correr todavía mas rápido.

Entonces AHÍ ESTOY, en un estado de delirio constante corriendo sin parar, con altibajos pero sin frenar. Mi único objetivo es llegar a casa. No me importa nada, realmente nada, me pueden tratar de parar pero no van a poder, me pueden tirar piedras que las voy esquivar, se pueden cruzar autos, colectivos y motos, que voy a elegir un camino distinto para llegar, nadie entiende mi locura. Estoy corriendo hace ya 30 minutos y estoy cada vez más cansado, la canción esta llegando a su fin y yo todavía estoy a mitad de camino. Pero pienso en mi objetivo, pienso en llegar a casa y algo me sobresale, una bestia que me envuelve. Tengo la sensación de que corro por algo que realmente siento, entonces se motivan mis neuronas, se oxigena mi cerebro y se fortalecen mis gambas. Levanto la cabeza y me doy cuenta de que ya estoy cerca, pero falta. En ese momento empiezan a caer las lágrimas, las ampollas se convierten en sangre, los gemelos se endurecen y el ciático dice BASTA. Me tiro en la vereda y las lágrimas no dejan de caer. Pienso, totalmente resignado y angustiado: «Esta vez perdí, no llegué…»

Pero algo sobrenatural me levanta, miro para atrás y nadie me ayuda, me estoy levandando solo. Mi corazón trabaja como una leona que levanta a su cachorro, me revitaliza, me da vida, me fortalece y me hace volver a creer en mi objetivo. Estoy parado y totalmente inmóvil. Pasan algunos segundos y mi pie derecho se empieza a mover, el izquierdo lo sigue, poco a poco empiezo a caminar. Los pasos son lentos pero firmes, paso a paso voy aumentando la velocidad, otra vez me invaden las lágrimas, pero esta vez de emoción. Ya no siento las plantas de los pies, ya no siento el ciático, ya no siento nada, no siento ni oigo nada más que a mi corazón. Ya estoy cerca, esta vez estoy realmente cerca, logro visualizar a mi objetivo, veo la luz al final del túnel, veo algo que me da el último aliento para llegar a casa. Quedan unas cuadras, en serio, son pocas, pero mi cuerpo ya no existe, es prácticamente polvo y otra vez mi corazón dice: «ACÁ ESTOY YO TITÁN, nada ni nadie nos va a parar».

Entocnes veo ese algo que me da el último aliento, veo a mi Ford Taunus. Sonríe y yo también. Me subo y recorro los 7 km y 453 metros que me separan de la meta. La Nave, tan fiel como siempre, también entiende que algo me pasa y se une junto a mi corazón para dejar en cada cuadra lo mejor de sí, su motor 2.3 ruge y quiere llegar cuando antes, cruza semáforos en rojo, hace sentir su claxon de barco bucanero en cada esquina, se putea con remicerdos (mitad de mi cuerpo salido por la ventana, estoy agitando un brazo y vociferando: «Andá a la concha de tu hermanaaa». La Nave sigue, hace chillar sus ruedas en cada curva y ni hablar en las rotondas, élla es vieja pero entiende, es vieja y sin embargo deja TODO para verme sonreír.

Entonces llego a casa, la Nave se aposenta en su lugar y me bajo totalmente acalambrado, me arrastro entre las piedras totalmente ido como si estuviera drogrado, otra vez mi corazón me despierta, me concentro en él como él se concentra en mí. Estamos juntos para dar lo último de esta noche, el objetivo esta REALMENTE CERCA, somos UNO que se arrastra por una única razón y una misma pasión:

Llegar a casa, llegar a ver a Boca.