Otro viernes con Los Espartanos

IMG_0110La guardia reconoció el auto, se acercó a la ventanilla y preguntó: “A los Espartanos ¿no?”, contesté con una sonrisa y la barrera se abrió, ya saben quiénes somos, ya saben a qué vamos y gracias a Dios somos cada vez más… Otra vez ahí adentro, otra vez los abrazos, las sonrisas, los saludos cada vez más personalizados, porque a medida que avanzan los viernes las relaciones van tomando confianza y empezamos a charlar de los problemas cotidianos, de “¿cómo venís con tal cosa?” o “¿qué paso con ese tema?”. Las relaciones se afianzan, las relaciones crecen, las relaciones “en Jesús” se agigantan.

Hoy el pedacito de cielo no fue el patio, como de costumbre, sino el pasillo que da a cada una de las celdas. Bancos de madera viejos con frazadas dobladas a la mitad ideales para acolchonar la estadía. El frío y la lluvia esta vez se quedaron afuera, no pudieron ser testigos de la maravilla que pasó ahí adentro. El de arriba se encargó de todos los detalles y nos puso en ese pasillo para hacer algo íntimo, algo entre nosotros, como una especie de charla alrededor del fogón, medio apretados, compartiendo mates, facturas y torta fritas, bandejeadas por cada una de las unidades, el inicio del Rosario era prometedor y la pucha si lo fue…

El Padre José dio el punta pie inicial: “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…” y así arrancamos. Freno el relato para dedicarle unos renglones a la historia del Padre José, porque se los merece: él estuvo un año y medio rehabilitándose de una adicción (más precisamente con el alcohol) y no le permitieron celebrar más misas ni ejercer de sacerdote. Estuvo y actualmente sigue, en un hogar especializado en adicciones de ese tipo. La luchó bastante y hace unos meses Jesús le puso en su camino a un viejito rengo, de unos 73 años de edad. Empezaron a charlar con ese viejito, que lo iba a visitar de vez en cuando (desinteresadamente, sólo por cuestiones de caridad) y su relación empezó a crecer. El Padre lo nombró “Padrino” (cosas que suelen hacerse en el hogar). El viejito aceptó la responsabilidad y se empezaron a ver más seguido. El viejito un día, entre charlas y charlas, le ofreció al Padre ir a conocer a Los Espartanos, el Padre accedió y comenzaron a ir todos los viernes rutinariamente. En los Rosarios de los viernes, en el pabellón, se empezó a rezar por el Padre, para que vuelva a trabajar como sacerdote. Hace dos semanas, precisamente un viernes, el viejito y el Padre José llegaron tarde al Rosario, en uno de los misterios el Padre se levantó y dijo: “Llegamos tarde porque venimos de hablar con el Obispo, les comparto la noticia de que soy oficialmente sacerdote, puedo dar misas y confesar a cualquiera que quiera hacerlo, acá estoy para ustedes”.

Llovieron los aplausos porque el de arriba escuchó, José se emocionó y el viejito lagrimeó. Tengo el orgullo de decir que “el viejito” de esta historia, ese “viejito rengo” es mi viejo, que desde que dejó de laburar se esta dedicando a los demás y a ganarse todos los días un poquito del cielo.

Sigo con el relato… rezamos el primer misterio, y hasta ahí todo muy normal. En el segundo misterio, uno de los integrantes que viene de “la calle” como nos dicen las unidades (los que vamos de “la calle” a visitar a los “de adentro”), contó que anoche estuvieron muy cerca de matar a una de sus nietas, digo muy cerca porque uno de los 4 delincuentes le gritaba al que tenía el arma: “matala, matala” y por decisiones del de arriba no apretó el gatillo. Ahí estaba este integrante de la calle, parado frente a personas que han sido responsables de situaciones como esas en el pasado, diciéndoles que ELLOS tienen la oportunidad de lograr el cambio afuera. Que ELLOS cuando salgan son responsables de contagiar al resto, son responsables de no volver a caer en su vida anterior y de llevar el deporte, los valores y la espiritualidad a sus familiares y amigos, a su entorno.

Qué responsabilidad tienen, qué responsabilidad tenemos de involucrarnos y tratar de hacer el bien, realmente tenemos que “salir a la calle y hacer lío”.

Antes de rezar el segundo misterio apareció Dani “el lobo” a cantar una de sus canciones, creadas con letra y melodía propia, escuchen la letra por favor:

El segundo y el tercer misterio fueron espectaculares, entre agradecimientos de “días más de vida” y pedidos de absolutamente todo tipo…

Antes de rezar el cuarto misterio apareció Elias (una de las unidades) con su guitarra para deleitarnos con esto:

Qué voz, qué letra, qué momentos que se viven en este pedazo de cielo, todos los viernes me repito a mí mismo: “qué privilegiado soy de vivir esto”.

Antes de terminar el quinto misterio habló un invitado especial. Un invitado que es de otra religión (evangelista), un invitado amigo del Papa Francisco. Contó varias anécdotas (tiene varias después de 20 años de amistad) pero se concentró en una sóla. A este señor le detectaron cáncer hace un tiempo, cáncer de verdad, terminal con las típicas y dolorosas palabras del médico: “te quedan semanas de vida”. Se lo contó a sus familiares, a alguno de sus amigos y le mandó un mail a su amigo Francisco diciendo: “Me detectaron cáncer, vos siempre pedís que recen por vos, ahora te pido que reces por mi”. El Viernes Santo de esta Semana Santa que pasó, el Papa (días después de recibir el mail de su amigo) lo llamó y le dijo: “Estoy cambiado y por salir al Vía Crucis en el Coliseo, no quería dejar de llamarte, quiero que sepas que realmente me puso muy mal tu noticia, me enojé con Dios, voy a rezar por vos y sólo te pido que tengas fe”. Este señor tuvo fe, a los días lo operaron y al mes le dieron los resultados. Los mismos médicos que le habían dado semanas de vida le dijeron: “no tenés un milímetro de cáncer, esto es un milagro”.

¿Será el primer milagro del Papa Francisco?

Una de las unidades, de nombre “Jesús” (se llama así posta) le entregó a este señor una Virgen del Rugby, un regalo que suelen hacer Los Espartanos en sus partidos de rugby al capitán del equipo contrario. Un detalle chiquito pero inmenso.

Terminado el rosario y volviendo a casa en el auto con un gran amigo nos pusimos a charlar sobre lo que había sido la visita de hoy y con un juego de palabras reímos y dijimos algo así como: “Jesús le entregó su madre a un evangelista”. 

Qué loco ¿no?

Un evangelista recibiendo a la Virgen de parte de un preso.

Este tipo de cosas pasan en el cielo.

PD: vení, aunque sea una vez.