Reinventarme

estacion-atocha-madrid«¡Viajeros al tren, viajeros al tren!» gritó fuerte el guarda del Ave en pleno anden central de la Estación de Atocha. Tocó el silbato y cerró las puertas. No tuvo piedad con nadie, menos conmigo. ¿Importarle qué este corriendo hacía él? Nada… Hasta pareció disfrutar. Y corrí, juro que corrí desesperadamente como si estuviera en los últimos 195 metros que separan al corredor de la gloria eterna, la que sólo un maratonista puede experimentar: la sagrada distancia de un maratón. Y las puertas se cerraron. Y grité. Y terminé, como no pudo ser de otra forma, llorando de rodillas y con los brazos extendidos hacía arriba preguntando al cielo por qué. ¿El tren? Dijo adiós. Se fué. Y no llegué por poco, por muy poco. Al silbatazo lo escuché y ese detalle habla de lo cerca que estuve. Y nunca mas lo volví a ver… Y yo que pensaba que él era mi vida, mi muerte, mi todo. 

Pero no. Aquel día salió desde el anden central a algún destino incierto que nunca conocí ni voy a conocer.

Ahora, mirando la situación con perspectiva, analizando y pensando, como a veces toca hacer, creo que no llegué por el peso, el equipaje, las maletas (como se dice allá), y por las valijas (como se dice por acá).

Y pasa el tiempo, y ya no es un problema, no molesta. Porque un problema, cuando tiene solución no es un problema, y si no tiene solución, claramente no es un problema.

Y, otra vez, no queda más que reinventarse, que volver a nacer y creer en uno mismo, y esa «y» no es una «o» porque no escribí “nacer o creer”. Dije “nacer y creer” porque van de la mano.

Y, otra vez, no queda otra que reinventarme, por 4ª o 5ª vez, no lo sé. Y cada vez que lo hago llega un aire distinto, nazco de nuevo y aparezco desnudo, lleno de cicatrices, tatuajes bucaneros que no se borran, que están ahí y los voy a llevar toda la vida. Y ya no son un problema, son mi historia. Y con orgullo, los muestro. Y los miro y los acepto, y los quiero porque soy lo que soy gracias a ellos, tatuajes de tinta vieja, desgastados, lindos tatuajes.

Y dejo las valijas a un costado, me siento tranquilo, aliviado, sin peso. Y me siento, de sentarse, no de sentir. Patas en el aire, como un chiquito cuando la silla le queda grande. ¿En frente? Los rieles de las vías por las que hace un ratito se fue el tren al que no llegué. Están vacíos, sin nadie a quién llevar, tranquilos. Por ellos ya pasaron varios trenes, con mucha carga. Los escucho decir que es tiempo de disfrutar el descanso.

Y pasan las horas, los días. Y sigo acá, pensando qué riesgo corro al dejar todo de lado y volver a empezar, como tantas veces lo hice. Y cuanto más lo pienso más me convenzo. Y vamos, otra vez, de nuevo, a hacer lo que mejor se hacer: reinventarme, para seguir. No somos muchos; mis tatuajes (que no son pocos) y quizás un mate. Y si el próximo tren permite “mascotas”, seguramente se suba Rudo, mi fiel compañero, mi perro salchicha. 

Y pasan las horas, los días. Y hace un par de semanas que estoy sentando en pleno andén central, viendo qué pasa. Y lo que pasa es gente, comentarios, pensamientos, rarezas. Estoy en la Estación de trenes más grande de Madrid. ¿Similitudes con Retiro? Quizás las baldosas.

A veces quisiera estar allá, a veces acá.

Y la gente pasa. Y el barullo de los clientes que ya no les queda ni un poco de sentido común. Y mandan mensajes los viernes, sábados o domingos a las 8/9 de la mañana o a las 10/11 de la noche. Y esa línea fina entre educarlos o mandarlos al carajo. ¿No ven que hay amigos, familia y cuestiones que atender? ¿Acaso lo más importante en este mundo son sus empresas? Carajo. Y las voces de la exigencia diciendo que el “éxito” llega del 24×7. Entonces contesto.

Y me quedo pensando… que en esta vida, sí, en esta que estás viviendo ahora, te cuento por si no lo sabías: te entrevistan para un trabajo y te aclaran que el término “full time” se acabó, que ahora es “full life”. Y no se quién fue el hijo de puta que creo esa mentira, pero se que algún día lo voy a encontrar… Y le voy a preguntar por su familia, por su matrimonio, sus hijos, sus amigos, sus vínculos y su perro. Y espero que la respuesta sea positiva, que me diga que son vínculos sanos, alegres, felices…

Porque sino…

Y me quedé con algo en la garganta, y es ese “24×7”. Maldita década tecnológica que vende eso de que hay que “estar disponible 24 hs por 7 días a la semana” y realmente me pregunto si están todos equivocados o yo estoy destinado al fracaso por intentar no subirme a esta movida. Y entiendo que de algo hay que vivir, y acá no se trata de Hippies con Osde porque no lo soy. Pero, perdoname, no estoy destinado al fracaso y que no carajo. Y no, y me niego. Y gracias a Dios tengo un socio de la gran puta con el que discuto todas estas cosas. Y lo quiero.

Pero, para mí, no hay cliente que valga esa definición. Y lamento decirles, priorizo otras cosas, y quizás, hasta charlar con mi perro. A ese grado de hartazgo llego cuando el Whatsapp suena a horarios desubicados…

Porque creo que estamos enfermos.

Y cuánto más lo pienso, más me da por agarrar a mi perro y el mate y esperar al próximo tren. Y decirles a los que me rodean, que yo voy a mi ritmo, que no se sí es rápido o lento, pero es el mío. Y que me respeten, y que no se ofendan si no estoy disponible “full life”, y espero que entiendan que mi perro también necesita charlar.

Y por eso juego a este juego, el que te conté hace un ratito, el de reinventarme. El de romper con lo que “debería ser” y saber que así, como es, está bien. Y si se fué el tren, así esta bien.

Y sigo sentado en el andén, con las patitas en el aire, y estoy más vivo que nunca. ¿Mi perro? Acá, al lado, y unos mates…

¿Y las valijas? Prefiero ponerme ropa nueva, arrancar de nuevo, de cero, luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, tatuajes con tinta vieja, que no se borran, que están ahí y los voy a llevar toda la vida. Y, con orgullo, los muestro. Y los miro y los acepto, y los quiero porque soy lo que soy gracias a ellos, tatuajes de tinta vieja, desgastados, lindos tatuajes.

Y a los que me ven ahí sentado, en plena Estación de Atocha, pensando que no tengo remedio o que el tren pasa una sola vez… Les mando un abrazo, y les digo que tengo bastante agua caliente para el mate, y a mi perro.