A veces creo
A veces creo ser el mejor catador de vinos que pisó alguna vez esta tierra, cuando tomo mi copa. Muchas veces siento ser la mejor voz que puede salir de una boca, cuando canto (a los cuatro vientos) en mi cuarto. A veces creo que si pasa una semana y no escribo, mi cabeza empieza a pensar cosas que no debe pensar. Pero cuando escribo, muchas veces creo ser el mejor escritor que puede estar en la tapa de un libro. Cuando voy a la facultad y apruebo un examen, a veces creo ser el mejor alumno que tuvo esa universidad. Cuando sueño con estar sentado en un escenario, sólo con mi guitarra y un micrófono, creo ser más que Joaquín Sabina o Eddie Vedder. Cuando me pongo a leer, a veces creo ser la persona más intelectual de la galaxia. Cuando mi mente navega con viajar, lejos y en soledad, creo ser Alex Supertramp (mejor dicho Christopher McCandless). Cuando juego al fútbol, a veces creo ser el máximo goleador de la historia de un club (Martín Palermo). Cuando me siento con un amigo a tomar mates y filosofar de la vida, a veces creo ser Platón o Aristóteles. Cuando hago un asado, a veces creo ser mejor que mi viejo. Cuando discuto con alguien, muchas veces creo tener la razón. Cuando insulto a alguien, siempre creo tener la razón. Cuando acepto la derrota, muchas veces creo ser más humilde que Jesús. Cuando hago un negocio, muchas veces creo ser mejor que Steve Jobs. Cuando voy manejando con la nave y con el codo izquierdo apoyado en la ventana, muchas veces creo tener el mejor auto del mundo. Cuando salgo a correr, a veces creo ser más rápido que Usain Bolt. Cuando juega Boca, siempre creo ser mejor que el DT. Cuando estoy haciendo mi trabajo, a veces creo ser mejor que mi socio. Cuando las cosas no salen como yo espero, siempre creo que es por culpa de otro.
Entonces un día me di cuenta de que no soy nada de eso que a veces creo, ni soy eso que a veces sueño, ni soy eso que a veces pienso que soy.
Hace no mucho, cuando me acosté en la cama después de un día difícil, entendí que en todas las circunstancias de la vida en la que uno cree ser otra persona, no es más que uno mismo. Uno mismo decide cada segundo de su vida, uno mismo es dueño de cada instante y de cada minuto. Uno mismo es quién es. Fácil decirlo, difícil aceptarlo. Difícil es saber que no soy ninguna de las personas que nombré antes, sino que soy yo mismo. Pero ese momento, por difícil que sea, es cuando me acepto a mi mismo, miro para los costados y no tengo más que una sombra, la mía. Pero alguien parece vigilarme.
Y entonces un día, me hice unos mates, me dí la mano, un fuerte abrazo conmigo mismo y empecé a caminar, a recorrer mi propio camino, bajo la atenta mirada de esa persona que me vigila: yo lo llamo Dios. No dudo de que está pendiente de cada paso que doy, pero siempre me advierto que no me va a dar una mano si no se la pido y no va a estar pendiente de mi si no lo estoy de él…
Y entonces un día, creí ser un escritor, que con sus reflexiones hizo pensar a alguien más que a su propio yo.