Correr en cuarentena

Hasta que no lo corro no lo termino de procesar. Y hace más de 60 días que no corría. Intenté ponerle garra con algún entrenamiento virtual cuando todo esto empezó, pero una sola vez fue suficiente para entender que no tenía que hacer “todo lo que había que hacer”.

Entendí que “en modo duelo” la energía no abunda, y me propuse curarme. Fueron y siguen siendo días de mucha introspección. En este tiempo también aprendí a amar mis miserias y a aceptarme. Pucha… ¡qué exigente fui conmigo durante tanto tiempo!

Y agradezco porque se me cruzaron muchas personas en pocas semanas… Charlas sobre la vida, el amor, el perdón, la psicología, la mente humana, el poder de visualizar las cosas buenas, la espiritualidad… Hoy mi caja de herramientas tiene muchos más elementos que antes de la cuarentena. Para seguir trabajando y, lo más lindo, hacer trabajar a los que quieran trabajar.

Son días de no quedarme con las ganas de nada, porque así vivo, como si fuera mi último día. Y la energía aumenta… ya no es la misma que al principio. Me animé a escribir “novelas”, cartas de amor, de perdón, hice vivos en Instagram, abrí un canal de Spotify y empecé a leer mis cuentos, infinitas charlas con mi socio para tratar de hacer una mejor agencia, festejé mi cumpleaños a través de una pantalla con cientos de mensajes de amor y la lista sigue… Pero lo más lindo, entendí que desde que abro los ojos a la mañana, la vida es un regalo. Y me siento el creador de todo lo que me pasa en el día.

Hace unos días, desvelado en la cama, me acordé que en mis noches de infancia, antes de dormir, hacía la señal de la cruz y le pedía a “Jesusito” una sola cosa: “Para que sea cada día más bueno”. Sonreía y cerraba los ojos. Lo volví a hacer.

Hoy pasé el día en lo de mis viejos. A la tarde me puse las zapatillas y empecé a correr. Todo esto que escribo se me vino a la cabeza entre las 169 vueltas que le di al jardín. Fueron 10 kilómetros. Cuando terminé era de noche, me puse de rodillas, miré al cielo, y entre muchísimas, muchísimas lágrimas, di gracias a Dios por esta cuarentena.

Puedo decir que estoy haciendo lo que no había hecho en 32 años, ocuparme de mí.