#Día14 – Malvinas y Pablito

Qué lindos son nuestros jueves Cacho, qué lindo es volver a verte…
Esto de la videollamada tranquiliza un poco, ¿qué whisky te serviste?
Uno japonés, espectacular… Che, ¿viste que con esto de la cuarentena no le dimos mucha bola al 2 de abril? Vi un par de fotos en Facebook, pero cuando era feriado tomaba más protagonismo.
Me pasó lo mismo Roberto, y por eso le dediqué una carta.
¿A quién? ¿A Pablito?
A Pablito, mi gran amigo que quedó en las Islas, y a todos los Héroes de Malvinas, escuchá:

“A veces te imagino, nos imagino. ¿Cómo seríamos? ¿Cómo serías vos? ¿Cómo sería yo con vos? Me quedo pensando… Cuando te pienso siempre llega algún pajarito y se pone a cantar, a dejarme tranquilo de que estás escuchando. Y sabés que yo no entré en esa lista porque Dios no quiso, pero sufrí tanto cuando me dijiste que te ibas… Tenías 16 años, eras un pibe. Habíamos compartido nuestra infancia, podría decir que eras de mis únicos amigos. Siempr manso, estructurado, metódico, disciplinado… Te elegían siempre mejor compañero todos los años, jugabas al padel como la gran puta, al tenis también, yo creo que hubieses llegado lejos, pero…

¿Por qué te fuiste? ¿Por qué así? ¿Sin avisar? De un día para el otro… Partiste para el Sur y, tiempo después… No pude darte ni un tibio abrazo de adolescente, ni siquiera eso… Y partiste.

A los 13 días de que te fuiste, mamá me llamó con voz de circunstancia. “Cachito, vení, dejá la pelota, vení, entrá que te tengo que decir algo”. Tenía cara de angustia, de no tener ganas de contarme lo que tenía para decir. Me llevó al cuarto, me sentó en la cama y, entre lágrimas, me dijo que te habían disparado intentando rescatar a un compañero herido, por eso siempre te elegían mejor compañero… “Mamá ¿dónde está? Mamá lo quiero ver, Mamá contame…” pero no había vuelta atrás.

¿Por qué te fuiste? ¿Por qué así? Sin poder despedirnos, sin poder decirte a la cara “te quiero”. ¿Será por eso que hoy lo digo tan seguido? Quiero que sepas que todavía siento el anhelo de abrazarnos un buen rato, de tocarte, de sacarte el casco, despacito, y agarrarte la cara embarrada y con sangre, para decirte “Esperame arriba amigo, gracias por todo”.»

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