#Día4 – La empatía de Rosa
Lunes a la mañana. Rosa termina de cocinar el “arroz blando” para que la perra se componga de la intoxicación. Se va a bañar. Mientas se masajea la cabeza con la crema de enjuague entre los dedos piensa la suerte que tiene. Rosa siempre fue de pensar. Pero hay que saber pensar. Porque podés ir por el lado negativo, el positivo, o el empático… Rosa siempre va por “ponerse en el lugar del otro”. Piensa en la suerte que tiene de poder bañarse con agua caliente, en el cuarto día de cuarentena. Roberto duerme. Rosa sale del cuarto con una toalla en la cabeza y otra en la cintura, se sienta en un costado de la cama y, semidesnuda, apoya los codos en sus rodillas y las manos en su frente. Rosa llora. Roberto se despierta. La perra también.
Rosa, qué pasó Rosita. Roberto se levanta agitado y la abraza.
Rosa, Rosita contame. ¿Murió alguien Rosa? Rosa, por favor…
No Roberto, perdoname, no me des bola, no murió nadie, pero me angustié.
Contame Rosita, qué te tiene así. Contesta Roberto, mientas le corre el pelo de la frente.
Es que no puedo dejar de pensar en todo esto Roberto, nosotros tenemos todo, para nosotros no es difícil esto. Recién salgo de ducharme con agua caliente, jabón y shampoo. Tenemos la heladera llena Roberto, el freezer que explota, la alacena con un montón de productos no perecederos. Hoy pasó el de Ivess y le compramos cuatro bidones de agua. Tenemos internet que vuela, una biblioteca plagada de libros. Spotify con un montón de listas y parlantes que suenan a todo volumen. Si nos aburrimos de Netflix nos vamos al jardín, podemos tocar el pasto Roberto. Podemos nadar un rato en la pileta. ¿Entendés Roberto? Y si tenemos hambre prendemos el fuego y nos comemos un asadito. Y a la noche, antes de comer, abrimos un vino y comemos un camembert que encima nos damos el lujo de despreciarlo porque está “un poco fuerte”. Qué nos pasa Roberto que no tomamos conciencia… Estoy angustiada Roberto, necesito rezar.
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