Distintos sudores

Me levanté transpirada. Otra vez. La imagen que siempre me despierta a las 4 de la mañana. Sos vos, estás de espalda, te vas. Llueve, siempre llueve. En tu mano derecha un pucho y en la izquierda una de las tiras de la mochila. Me veo ahí, reflejada, colgando y pesándote tanto…. Los dos empapados, vos de lluvia en la cara, de libertad. Yo de lágrimas de tristeza, de soledad.

Salí de la cama. Me fui a bañar. El agua en la cara no es muy distinta a la del sueño, sólo un poco más caliente. Van cuatro meses y medio y todavía tengo de estas mañanas. Son cada vez más frías gordo. Y lo único que me quema es la viva imagen de tu abrazo cuando salía del baño. Me envolvías con tu metro noventa. Mi pelo mojado se enredaba en tu barba y antes de soltarme, me corrías el pelo con tus manos y me besabas la frente sin emitir palabra. Nos mirábamos, sonreías, sonreía. Era tu forma de decirme buen día.

De a poquito. Día tras día. Llegaste a juntar mis pedazos. Siempre tuviste esa perfecta intuición de acercarte cuando me sentía rota. Me convertiste en una mujer fuerte y segura. Viniste a cumplir tu misión. Me curaste.

Pero te fuiste. Y sentí que me rompí de nuevo. De un día para el otro. No me di cuenta que te pesaba tanto.

Y pasó el tiempo y entendí que mi sonrisa no puede depender de vos. Que puedo estar sola. Bien. Y estoy mejor. Sólo que a veces tengo mañanas como éstas, en las que siento que después de bañarme me llamás por teléfono para que tomemos un café. Para que probemos… sin necesidad de curarnos, solo de amarnos.

Ella se levanta transpirada, otra vez. Cuatro de la mañana.
Sale del baño, y suena el celular.

#PasarseEsComoNoLlegar