Que sueñes con los angelitos
Y un día, cuando mi hijo mayor tenga hijos, y su hijo menor no quiera dormir, y me pida que le cuente un cuento, le diré:
«Nieto querido, hubo una vez un equipo de España, llamado Barcelona, que fue a jugar a la capital de Francia, París. En aquel partido de ida, perdió por un escandaloso 4-0. ¿Y eso qué significa, querido nieto? Que en el partido de vuelta debía hacer 4 goles para pasar a los cuartos de final de aquel famoso y prestigioso torneo europeo de aquellos años, llamado Champions League. Aquel partido, fue más de lo que una mente humana puede imaginar. El Barcelona se puso 3-0 y un jugador Uruguayo, del que no recuerdo el nombre ahora, marcó un gol para el equipo parisino.
¿Y eso qué significa, nieto querido? Que el equipo español debía meter 3 goles más para triunfar. No te conté, nieto querido, que el tercer gol del Barcelona lo metió Lionel Messi, ese extraterrestre del fútbol del que tantas veces te he hablado.
Faltando apenas 5 minutos para que finalice el encuentro, el Barcelona hizo, una vez más, lo inimaginable. Con la presencia del astro brasileño, de nombre o apellido Neymar, no lo recuerdo… metió 2 goles, y al faltar segundos para que termine… Si, exacto, lo que tu sonrisa imagina: metió el sexto gol.
Recuerdo, nieto querido, que en aquel momento yo vivía en un modesto departamento en un piso 13, de Tigre. Para que entiendas lo que este equipo generaba, querido nieto, salí al balcón, y con todas mis fuerzas grité:
«Gracias Dios por haberme permitido ser contemporáneo del mejor equipo de la historia del fútbol».
Porque no he podido ver ni la Naranja Mecánica, ni el Brasil del 70, ni el Napoli de Maradona (todos los equipos del que tantos videos por YouTube te he mostrado), pero si he podido ver al Boca de Carlos, Román y Martín y al Barcelona de Messi.
Y una vez más, nieto querido, entendí que la pasión por el fútbol traspasa fronteras, países y continentes.
Entendí que una vez existió un equipo, de un pequeño pueblo español, capaz de hacer del fútbol, un arte.
Qué sueñes con los angelitos».
Y así, apagaré la luz del cuarto y me iré, con la frente en alto por haberle dejado a mi nieto la misma pasión por el fútbol que estoy seguro que me correrá en mis viejas venas.