Un alma libre

Usted debe retractarse, enojado y con un dedo acusador, le dijo. Y continuó… Están prohibidas todas esas actitudes que parecería tener incorporadas, ¿no se da cuenta que desafía a los demás? Usted no puede caminar así de libre, sintiéndose tan plena, ¿cómo se le ocurre? Y encima cuando habla… ¡escupe lo que piensa! Qué bajeza, Dios mío, eso sí que es de otra clase.

Sinceramente, no sé a dónde iremos a parar, lo único que tengo claro es que usted debe estar donde tiene que estar, ahí, cuidadita y cuánto más encerrada y calladita, mejor. ¿Por qué sabe lo que pasa si la dejo libre? Usted sale al mundo, ahí, a pregonar su estilo de vida, su libertad, su “serse fiel a uno mismo” y esas ganzadas que dice, pero ¿sabe qué? No se lo voy a permitir, porque usted baja la vara. Sí, como me escucha, usted busca llevar a la gente a la mediocridad. Nosotros trabajando día a día, esforzándonos por vivir en la excelencia y usted… anda por ahí disfrutando. Mire, ¿sabe qué? Mejor no se retracte nada, pero eso sí, dése vuelta, entre en su habitación y no se le ocurra salir. ¿Me escuchó?
Ella bajó la cabeza, miró el piso y, arrastrando los pies, abrió la puerta del “deber ser” y se encerró, para siempre, junto a cientos de miles de almas libres más.

PD: dedicado a todas las almas libres que se suicidan junto a sus sueños. Hey, vos, alma libre, no mueras, despertá.