Fin de un ciclo

CARTA ABIERTA A UN GRAN EQUIPO DE TRABAJO

La palabra que emerge de lo más profundo de mi corazón es GRACIAS. Quizás, así, leída rápidamente suene una palabra común, una palabra que la pueden dejar pasar como una más… o quizás se animen a mirarla con el inmenso significado que tiene para mí, y les voy a explicar el por qué.

En febrero de 2015, cuando navegábamos los primeros ríos en este barco con Joaquín G. Lanuza, aspirábamos a formar una empresa consciente donde se respire un aire diferente a cualquier otro trabajo; donde existan los valores fundamentales de la vida; la alegría, la transparencia, la honestidad, la verdad y la aspiración constante a la excelencia, con disciplina, porque las grandes cosas se gestan en la constancia y la reiteración de buenos hábitos durante el paso de un tiempo determinado, que generalmente no es corto.

Arrancamos de a poquito, con la certeza de que teníamos lo suficiente para lograr lo que queríamos: la convicción. Nos animamos a tocar puertas en locales contando lo que hacíamos con la ilusión intacta de dos entusiastas que tenían un sueño en común. Llegaron los primeros clientes y así las primeras reuniones, muchas de ellas presenciales. Llegaron las primeras personas a sumarse al dúo, y ahí empezamos a trabajar nuestro liderazgo. Algo que no sabíamos que teníamos, ni como se ejercía. Solo estaba como referencia los jefes que habíamos tenido, que queríamos tomar lo bueno de ellos y dejar de lado lo que no nos había gustado. Empezamos a armar equipo y a generar procesos, a automatizar a algunas cuestiones y a hablar de roles de cada integrante. Nos animamos a ir por más y fuimos, año a año, redoblando la apuesta: más clientes, más personas, más reuniones, más problemas, más soluciones. Y, de a poco, nos animamos a capacitarnos y prepararnos para algo que parecía irse de las manos.

¿Quién te enseña a ser líder? ¿Quién te enseña a sacar lo mejor de la otra persona? ¿En qué universidad se aprende a negociar con grandes clientes? ¿Cómo se hace para gestionar el tiempo? ¿Quién dijo que el cliente siempre tiene la razón? ¿Cómo se aprende a poner límites? ¿Cómo hace uno para ser políticamente correcto y brindar por los intereses de ambas partes? ¿Cómo se logra la eficiencia, la paz interna y la justicia para que todo esté equilibrado? ¿Se puede vivir con ese equilibrio brindando servicios en Argentina? ¿Quién te enseña a internacionalizar una empresa? ¿Cómo se desvincula a una persona sin romperle el autoestima de por vida? ¿Cuántas entrevistas son necesarias para contratar a alguien? ¿Cuál es la manera correcta de hacer las cosas? ¿Qué pesa más, el olfato y la intuición o lo que dictan los libros? ¿Qué libros se leen para transitar la vida siendo dueño de una empresa en este increíble país? ¿Estaré haciendo las cosas bien? ¿Estaremos haciendo lo correcto? Cientos de interrogantes que transitaron por mi cabeza todo este tiempo… y entendí que no existe una escuela que enseñe a vivir.

Hubo de todo, noches sin dormir porque no había para pagar los sueldos, noches pensando en cómo sacar lo mejor de una persona que no reconocía su valor, noches pensando en cómo sacar de la agencia a un cliente tóxico, semanas planificando una negociación, contratos jugosos ganados y etapas difíciles que parecían apagar la ilusión, una pandemia que nos hizo creer que teníamos que cerrar pero nos hizo crecer lo que no habíamos crecido en los últimos años. Una inflación galopante en pesos que agobiaba y honorarios en euros o en dólares que llenaban de tranquilidad las noches.

Y así podría estar durante horas y horas. Porque el aprendizaje fue infinito. Porque el crecimiento fue infinito.

Y acá estamos… terminando este 2023, muchos años después, con mucha agua que corrió bajo el puente.

Esto se hizo algo mucho más grande de lo que imaginaba, y no hablo de cantidad de clientes, de personas en el equipo o de los ingresos o egresos en la facturación, ni de lo que quizás pueda mirar cualquier empresario lógico. Hablo de la calidad humana de la agencia. Hay algo implícito, abstracto, que lo puedo definir como una base sólida, muy sólida, de gente profesional, de un equipo comprometido, de un nuevo líder que emerge y de todo un conjunto de buenas decisiones en estos últimos años que me susurran al oído que el trabajo está hecho, que mi trabajo está hecho. Que mi misión, en mi propia empresa, fue cumplida, que todo lo que quise hacer lo hice, y que todo lo que me imaginé hacer, también lo hice. Y todo lo que hice, lo hice porque había alguien atrás. Alguien que sostenía mis locuras, alguien que siempre me dijo que si, que vaya, que arriesgue, que le meta, que escriba un libro, que viaje, que viva en otro lugar, que apueste, que no dude y que lleve la bandera de DH lo más alto que pueda y ese alguien fue mi socio, amigo y hermano, Joaco. Él lo hizo por su enorme calidad humana, por su gigante corazón y su inexplicable bondad y también porque se sentía respaldado por todos ustedes, porque él, como yo, tenía alguien atrás que también le decía que sí.

Y a veces siento que la vida es eso, una constante elección de vínculos sanos que nos digan que sí, nos respalden, nos empujen y nos eleven la vara… y a esos vínculos, como dije al principio de esta carta, solo les puedo decir GRACIAS.

 Nada de esto sería posible sin cada uno de ustedes, los que están, los que estuvieron y los que estarán. No hay placer más grande que ser testigo del crecimiento humano y profesional de una persona y yo tuve el privilegio de ver el inmenso crecimiento de cada uno de ustedes. Desde la entrevista inicial, hasta hoy, que son grandes líderes, que toman decisiones, que van para adelante y que se hacen protagonistas de esta película.

Y ahora me toca a mí ser protagonista de mi historia, me toca hacerme cargo de lo que yo considero que es el éxito: la fidelidad a uno mismo. Llegó el momento de hacerle caso a mi corazón que me pide hace tiempo ir hacia mi propósito, mi misión de vida, que es trabajar con las personas. Ayudarlas a encontrar su significado en esta vida, su para qué y acompañarlas en su proceso de transformación. Porque creo que para eso estoy acá, para trabajarme interiormente para poder ser la mejor versión que pueda ser de mí, y ayudar a las personas que necesiten de mi ayuda a que puedan encontrar su mejor versión de ellas mismas, puedan encontrar a Jesús y así, entre todos, hagamos un mundo mejor.

Es por eso que es momento de dejarle el timón y la conducción de este hermoso barco a Joaco, la persona que viene liderando hace mucho tiempo y con una enorme humildad, haciendo un trabajo interior titánico y que tiene absolutamente todas las herramientas necesarias para llegar a buen puerto, de la mano de todos ustedes.

Se cierra un ciclo para mí, se cierra un capítulo enorme en mi vida, se termina mi etapa en DH.

Pido un perdón enorme a todos los que pasaron por la empresa y no se encontraron con la mejor versión de Fede. Pido un perdón gigante por las miles de veces que no estuve a la altura y que esperaban algo de mí que no supe dar. Tengo mucho por aprender, tengo mucho por crecer y me voy con mucho por mejorar.

Te agradezco eternamente a vos, DH, por ser instrumento y convertirme en la persona que me convertiste. Te agradezco por todo lo que pasó en estos 9 años, no alcanzan las hojas para agradecerte.

Dice una canción: “Cuando un sueño se termina es porque se ha hecho real”, yo soñé formar una empresa con valores, que sea fuente de trabajo, que de un servicio de altísima calidad, que sea rentable, y no voy a decir lo logré… jamás me colgaría esa medalla solo, sino que voy a decir que lo logramos, hermano, lo logramos, equipo.

GRACIAS.

Gracias por ayudarme a cumplir mi sueño, ahora voy por uno nuevo y diferente, que es hacer el bien a todas las personas que les pueda hacer el bien y me llevo toda la sabiduría aprendida acá y la energía impregnada de cada uno de ustedes.

GRACIAS, porque ya está hecho.

Fede Gallardo

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