Unas cañas y un ciprés

Montes de Oca 771Hoy las volví a ver en una maceta, mucho más chicas que en aquella época. Me acordé, entre mates y mates, de los más lindos momentos de mi infancia en Montes de Oca 771. No había pasado los 8 años edad, jugaba al fútbol en mis momentos de madurez y lo hacía con los playmobils para acordarme que todavía era un chico. Había días que jugaba en el cuarto, sin tanta pasión. Eran horas de monotonía en las que ellos y yo hacíamos un pacto para no pasarla mal por un rato: quizás los hacía saltar de una cama a otra o, si la imaginación estaba en un buen día, usaba la almohada como enormes montañas; era lindo ver como se convertían en pequeños exploradores en búsqueda de fósiles de dinosaurios. Pero por suerte, había otros días, esos en los que la vida pasaba y no me daba cuenta. Eran los que salía a jugar al jardín, con la pasión que me caracteriza para hacer las cosas que me gustan, a jugar al fondo. La imaginación volaba tan lejos que los colores brillaban demasiado fuerte, el azul del cielo era invencible, las hojas de las plantas resplandecían, la pileta parecía un mar tranquilo y sereno y al fondo del jardín estaba mi templo: la mezcla de plantas y árboles que formaban un gran escenario con distintas tonalidades de verde convirtiéndolo en un paraíso de la naturaleza.

Centímetros antes del alambre perimetral que dividía mi mundo imaginario de el de los demás, estaba el cañaveral. No juntaba más de 20 cañas, pero tenían tanta fuerza que parecían multiplicarse al alejarse. A menos de un metro de ellas estaba el Ciprés Calvo que marcaba la primer fila de árboles antes de que empiece el pasto. Entre las cañas y el Ciprés había un pasillo finito y corto. El árbol se caracterizaba por tener hojas de helechos, al menos eso recuerdo, y era el lugar que más les divertía jugar a mis playmobils. Esos días, en los que ellos y yo jugábamos tardes enteras, pasaban cosas… Había magia y no necesitaba de nada más. Mis manos llegaban a las primeras ramaMontes de Oca.771.Tigres que empezaban a crecer y yo hacía a mis amigos de plástico un conjunto de adictos a la caída libre. Saltaban poco más de metro y medio y caían en el colchón de hojas marrones y finitas del Ciprés. A mi izquierda las cañas, a mi derecha el gran tronco del árbol, arriba las copas de las plantas que se entrelazaban y en el medio una fiesta de playmobils que respiraban la alegría de un chico feliz. Todo eso vivía en mis tardes de felicidad en las que el fútbol todavía era un deporte más. Hoy, cuando empezaba a acordarme el nombre que le había puesto a cada uno de mis amigos me habló una voz femenina que me despertó del sueño: “¿Me pasás el mate Fefe?”.  

Me levanté angustiado y le dije: “Si, pero ahora vuelvo”.

Corrí más de diez kilómetros rogando encontrar a mis amigos de plástico una vez más pero faltando poco menos de una cuadra se me aflojaron las piernas… ¿Dónde quedaron mis amigos? ¿Dónde están esas 20 cañas que parecían el cañaveral más grande de Tigre? No pude evitar las lágrimas… ¿Dónde quedó aquel Ciprés Calvo testigo privilegiado de las tardes más lindas de mi vida? ¿Por qué ahora hay bloques de cemento en mi Montes de Oca 771 querida? ¿Quién le puso precio a los metros cuadrados que marcaron mi vida? ¿Por qué existen hombres de corbatas capaces de convertir recuerdos de alegría en melancolía?

Ojalá algún día pueda ganar con mi pluma lo que ellos nunca pudieron ganar y ponerme una corbata para parecer importante. Y cuando en alguna convención se acerquen a ofrecerme inversiones inmobiliarias, y me pregunten qué voy a hacer con tanta plata les pueda responder: “Voy a comprar el edificio que construyeron hace muchos años en Tigre, para tirarlo abajo y construir una réplica de aquella casa que destruyeron y plantar, allá al fondo del jardín, un par de cañas y un Ciprés, para reencontrarme con mis amigos”.

Haciendo memoria

Alejandro-VidalLa noche es estrellada, de esas que solo el Sur Argentino puede dar. Me doy cuenta porque el cielo raso de la casa donde duermo sigue en construcción. Le deben quedar entre cuatro y cinco meses de obra. Estoy en el living, el piso es de madera y por las astillas que me clavé, le falta también laburo. Hay un par de leñas que arden y crujen, sonido típico. El fuego se refleja por el vidrio de la Tromen que da la única luz que hay en el ambiente. Al fondo, contra una pared, un parlante que agoniza con los últimos porcentajes de batería, y escupe algunas canciones de los Heroicos Sobrevivientes. Hace frío, mucho. Entre las manos, una petaca de whisky que me mantiene el cuerpo caliente. Estoy a pocos metros del lago Raulí. Fue un día difícil. Poco pique y muchas horas en el agua, mala combinación. Encima se me pinchó el wader en la zona de la cintura. Ale tampoco tuvo un buen día, se abrió la frente contra una piedra. Todavía no sé qué carajo quiso hacer pero está preocupado. La herida no parece profunda, fue más el golpe que otra cosa.

Pollo, ¿estás mejor? No me acuerdo de nada. ¿De nada de qué? De nada. Y de a poco me empiezo a preocupar pero como un problema, si no tiene solución, no es un problema, elijo no amargarme. Trato de encarar lo que queda de la noche con optimismo, por suerte hay whisky y leña y me quedan varias horas para hacerle acordar al cabeza quién es.

Por donde querés empezar. No sé, boludo y no te jodo, no me acuerdo de nada. Arranquemos desde el principio, entonces. ¿Tenés whisky? No, primo, servime.

Y le llené la petaca.

Arranquemos, cabeza.

Se acercaron al living Ange y Fena para susurrarme al oído todo lo que yo no sabía.

Naciste a los siete meses, estuviste varias semanas en una incubadora y así llegaste a este mundo, pataleando y haciendo preocupar a más de uno. Absolutamente todo Tigre estuvo pendiente de vos, fuiste malcriado como pocos y eso justifica tu insoportable carácter de pendejo. Cuando llegaste a tu casa desde el hospital, Ange, tu vieja, se encargó de ponerle barbijo a todos los que se acercaron a visitarte. Y ya, desde chiquito, empezaste a absorber las costumbres detallistas y cuidadosas de una madre espectacular.

Sos el ante último de seis hermanos, tu hermana más grande es Ange, seguida por Fer, Vicky y Luz, a vos te sigue Agus, la más chica. A la que no le dejaste pasar una sola y la tuviste cagando durante varios años, con algún que otro abrazo de por medio.

Tuviste una gran infancia, rodeado de una muy linda familia. Con un viejo campero, que te enseñó el valor del mate, de un buen asado acompañado por un tinto y te inculcó en las venas la importancia de laburar, siempre con honestidad. Con una vieja que siempre estuvo impecable, que te dijo nada más y nada menos qué es lo que es bueno y qué es lo que es malo para tu vida, y te enseñó a rezar.

Viviste prácticamente toda tu vida en una casita bordó, sobre la calle Bolo Bolaños 1455, con un jardín muy lindo y un quincho mejor. Tenías un don para afanarle a tu vieja la llave de la “pampensa”, la despensa y comerte todo. Tenías carácter, eras bravo cabeza, eras rebelde, Heroico, rockero y renegado, en tu casa, obvio. Porque con tus amigos siempre fuiste otro, “El Pollo”. Cada vez que tu viejo te encerraba en el baño te quedabas durante una hora entera pateando la puerta. Jodías con “Cunca” de un lado al otro, un perro de la casa. Luz, tu hermana, te salvó de que te ahogues en la pileta, porque así eras, imparable.

Pasaron los años y te tocó arrancar con la vida escolar, el San Ramón fue tu primera experiencia, salita de cuatro, en donde conociste lo que era la amistad, con Bernie. La primaria la hiciste en el Pilgrims, donde hiciste varios amigos, y eso de ser amiguero siempre fue una de tus virtudes. Con ellos disfrutaste al mango veranos en La Esperanza, en donde tenías tu caballo, tu recado y supiste ser feliz.

La secundaria la viviste en Los Molinos, varios de tus nuevos amigos se quedaron en tu vida para siempre, Jito, el Negro, Nico, Cholo, Javata, Marquis y muchos más.

Jugaste varios años en “El Garkador”, el equipo de fútbol 11 de Los Molinos que supo tener sus épocas de gloria. Eras bueno, habilidoso, quizás un poco lento y a medida que pasaron los años te fue pesando un poco más el culo, pero tu afán por esquivar arqueros siempre estuvo intacto y con una gran efectividad.

Arrancaste con tus primeros laburos de chico, repartías pizzas en un Renault 4L blanco, y me encanta que sonrías mientras te lo cuento.

Dame más whisky.

¿Te empezás a acordar de algo?

De a poco.

Sigamos entonces.

Antes poné “A rodar mi alma”.

Dale.

De repartir pizzas te fuiste al mercado inmobiliario, donde nunca más te fuiste. Arrancaste a laburar en Grondona, donde tuviste a María Torino como jefa, más mala que las arañas pero gracias a ella aprendiste a laburar. Después te asociaste con Bernie y laburaste en Mosquera y Gallastegui, ventas más, ventas menos, siempre te supiste mover. Te fuiste de viaje a USA, empezaste a crecer cada vez más.

A los años arrancaste con Rubica, donde laburamos juntos más de dos años.

Alejandro.Vidal.Federico.Gallardo¿Te acordás cabeza? Tardes enteras escuchando Heroicos y lindas mañanas de tenis antes de ir a la oficina en Office Park.

Cuando me llamaste para laburar con vos no lo dudé, porque para mí, siempre fuiste un Norte. Y nuestra relación fue creciendo con el tiempo, arrancó con algunos partidos de tenis en el Rowing, cuando me buscabas por Montes de Oca con el 4L y creció durante incontables recitales de Heroicos o partidos de nuestro querido Boquita, en el templo del fútbol mundial…

Y cuando llegó la etapa de laburar, me enseñaste y me marcaste como ningún otro jefe lo hizo. Me acostumbraste a tu cara de orto habitual de la mañana, pero me bastaba una sonrisa o un “primo, hacé un mate” para saber que tenías un buen día.

Detallista, responsable y honesto.

El detalle cabeza, siempre estuviste en eso. Hay un libro de Pep Guardiola que dice “el detalle hace a la perfección” y así construyó el mejor Barcelona de toda la historia. La responsabilidad para achicar el margen de error, y llevarlo a prácticamente cero. Y la honestidad. No es fácil manejarse durante tantos años en un rubro que está minado de soretes, y que la “ventajita” parece ser el valor principal. Siempre fuiste con la verdad y eso hace que hoy no pare de sonar tu teléfono, porque la gente ve en vos un referente. Alguien a quién recurrir, a quién pedir un consejo sobre un lote, una casa o, en mi caso, sobre la vida.

Al tiempo me fui de Rubica, seguí mi camino y vos el tuyo. Llegaste a Mieres, lugar donde te supiste acomodar para volverte, una vez más, un referente hasta el día de hoy.

Te pudiste comprar un techo propio, primero fue un departamento en Roque Sáenz Peña, fruto de haber laburado muchísimo. Lo vendiste y pasaste a un dormie en Santa María de Tigre, te quedó chico y lo vendiste, como culo inquieto que sos. Pasaste a comprarte la casa donde vivís ahora, en El Aterdecer. Hace poco la reformaste y me juego un brazo que no vas a parar hasta tener tu casa en Santa María, frente a la laguna… ¿me equivoco?

Tenés tu casa, si, tuya, porque vale la aclaración, y estoy seguro que a veces te olvidas, con la vorágine de este mundo, que sos dueño de un techo. Y que en él viven las tres personas más importantes que tenés en tu vida.

¿De qué me hablás?

¿En serio no sabés de qué hablo?

Te juro, dame más whisky. 

Hablo de Magda, la mujer que te cambió la vida, la madre de tus hijos. La que llevaste al Driving para hacerla a tu medida, y te salió mal porque en el primer swing tiró el palo a la mierda. La miraste y le dijiste, “andá a buscar el palo” como si fueras su viejo, le pediste perdón al flaco de al lado, tiraste las pelotas, te fuiste y nunca más en tu vida la llevaste.

A parte de eso, tuviste un noviazgo lindísimo y sano, de dos años, en el que hizo falta un corte para darte cuenta que era ella.

Te casaste.

Siempre destacaste de Magui su sonrisa, su energía y sus ganas de vivir la vida. La convertiste en Madre y ella a vos en Padre. Tuviste la suerte de encontrar a una compañera fiel para caminar juntos lo que queda de esta vida.

Cómo creciste cabeza…

Y llegó tu primer hijo, Nacho, Nachito… Y si mariconeas y te emocionás, no pasa nada, porque estamos solos, acá en el Sur, en este living sin terminar, y sé lo que te cuesta largar lo que tenés adentro, sos duro macho, pero aflojá… Porque no hay padre que no se emocione cuando le hablas de un hijo.

Nachito llegó para hacerte feliz y enseñarte que en la vida siempre se puede dar un poco más, más paciencia, más dedicación y sobre todo, dar más amor. Llegó para convertirte en un Padre único, que con sus defectos y virtudes, siempre deja todo en cancha. Y quedan pocos como vos cabeza, con tanto huevo.

Al tiempo llegó Delfi y te puso más aprueba todavía, pero te dio más felicidad y más amor. Y la mirás y te derretís, porque “la gorda” se convirtió en la luz de tus ojos. Y ellos tres son la razón para volver a casa.

Sos familiero como pocos, disfrutás al mango tus 16 sobrinos, te eligieron Padrino de cinco (Titos, José, Tomi, Mini y Bauti) y te encanta comer un buen asado con los tuyos. “Whiscacho”, “¿pasás?”, “mate”, “tengo un buen vinito”, son los códigos que usas con tu viejo y tus amigos para verlos… Porque así sos, seco, te cuesta demostrar cariño, sos más bien… frío. Pero el que te conoce, disfruta de una sonrisa, un abrazo o un mensaje tuyo. Con eso nomás, con poco, hacés mucho. No dejes de hacerlo… Los vínculos implican responsabilidades Ale, seguí sonriéndole a los que te rodean.

Y así estás cabeza, cumpliendo 36 años, con una vida increíble, una mujer que te ama, dos hijos espectaculares, una familia que te acompaña siempre, muchísimos amigos que te quieren y un primo hermano, el más chico, que te admira.

Sigamos caminando juntos Ale.

Si, primo, queda mucho por andar.

¿Más whisky?

No, se me aflojaron los párpados.

¿Te acordaste de algo o estuve hablando al pedo durante horas?

Si Fedu, me acuerdo de todo, gracias.

Esto es solo un poco de todo lo que sos, pero mañana seguimos…

Gracias primo, será hasta mañana entonces.

Ojalá tengamos buena pesca, ¿apagás el parlante?

Dale, Gloria Eterna para vos.

Para vos también Cabeza, te quiero.

Pará, una cosa más, ¿qué me pasó en la nariz?

La nariz esa que tenés, gorda y grandota es por un bochazo que te dieron jugando al polo de pendejo, fue un rever fantástico que Diego, tu primo hermano, nunca más va a volver a pegar…

Qué hijo de puta.

 

La espera

IMG_9133¿Qué me puede decir el escritor de la hoja en blanco? Que me lo describa por favor porque, hasta ahora, no tuve la capacidad de transmitir semejante angustia. Quizá le pase lo mismo al taxista un día feriado, en plena 9 de Julio, sin nadie a quién llevar, esperando que sea mañana.

O al carnicero, sentado en la vereda, fumando un pucho, con el delantal lleno de sangre, esperando que termine el paro de la carne.

O el verdulero, a las cuatro de la mañana cagado de frío en el Mercado Central, caminando de un lado al otro esperando que lleguen los camiones de naranjas de San Pedro.

O quizás el tambero, con las botas puestas y el termo entre los brazos, esperando que baje el agua de los caminos del campo, para que puedan entrar los camiones a llevarse la leche.

O al laburante, que no está laburando, pero va de entrevista en entrevista zapateando por la vereda una botella vacía de plástico, esperando tener buenas noticias o al menos, una changa.

O al que anda mal de amores, remándola en una relación que le cuesta para el carajo, y anda luchándola con la infelicidad ajena, esperando que se solucionen las cosas de una vez.

O al que anda buscando el amor y va de un lado al otro recibiendo cachetazos por la vida, esperando encontrar eso que tanto anda buscando.

O el que se descarga en un boliche cagándose a trompadas, porque su vida está más desordenada de lo que imagina, y al día siguiente, se sienta en el borde de la cama a esperar de una vez por todas, la calma.

¿Qué me pueden decir los que esperan?

Que me lo describan, por favor, porque hasta ahora no tuve la capacidad de transmitir semejante angustia.

Y a mis lectores, les cuento que estoy sentado en mi escritorio, con birome en mano, mirando el horizonte que me regala la ventana del piso 13, pensando en todas esas personas que esperan… Y me atrevo a decirles que los entiendo más que nadie, que no soy ajeno a este tema de esperar, porque todavía estoy esperando que se me caiga una idea para escribir, simplemente porque tenía ganas de escribir.

Y si ven caminando a algún escritor por la calle, pregúntenle de mi parte “¿Qué puede decir de la hoja en blanco?”

En la orilla

fede-gallardo-costa-esmeralda– Tengo historias, dijo.
– Ya lo sé, dije.
Nos miramos, fijo. Sin pestañear.
– Yo también, le dije. Más que vos.
– Pfff, ¿capitanes? ¿tatuajes? Lo que quieras.
– Tampoco serán tantas, contesté.
– ¿Naufragios? ¿Marineros?
– Decime, cuántas.
– No sólo eso, de honor y respeto.
– ¿Y de amor?
– Es que si te digo que sí, te vas a quedar.
– Es probable, pero no te ilusiones.
– Parecería que tenés miedo a regalar, otra vez, tu corazón.
– Es que me da pánico, prefiero que no.
– Quedate un rato.
– No me lo pidas dos veces.
– Un rato.
Y nos fundimos, entrelazados, hasta convertirnos en agua, en espuma, en sal, en nada.
#PasarseEsComoNoLlegar

Tu realidad me duele

tu-realidad-me-dueleMe duele hermano, tu realidad me duele, porque veo lo mal que vivís… Porque hace un par de horas te pedí permiso para pasar a tu celda e ir al baño y… tu realidad me duele.

Y lo roto que estás…y lo que necesitas sanar…me doy cuenta porque escuchas un par de acordes de guitarra y una letra que cuenta la historia de Jesús y María y lagrimeás.

Y cuando te digo que perdones, que suelten todas las cosas que te atan desde pendejo, me mirás con los ojos saltones. Y sé que estás entre mandarme a la puta que me parió o hacerme caso. Y así de grande es el abanico de respuestas que tenés… pero elegís el silencio.

Y cuando te digo que tus viejos no tuvieron la culpa, me mirás con desconfianza.

Y cuando te digo que quizás sí, y juego a darte la razón pero te murmuro que no te queda otra que perdonar y seguir, me mirás con un poquito más de confianza.

Y si tu viejo fue golpeador, abusador, alcohólico…

Y si tu vieja fue drogadicta, prostituta o nunca te dio un abrazo…

Y si tu hermano te cagó a palos durante toda tu infancia y lo único que viviste fue violencia…

Y si te criaste así y esa fue tu historia y por eso estás donde estás, sólo te digo: saná hermano.

Porque seguramente tus viejos hicieron lo que pudieron y acordate de una cosa, a ellos nadie les enseñó a ser padres… Y quizás no tuvieron herramientas o no les quedó otra…

Y si en tu adolescencia pusieron a prueba tu condición sexual, saná hermano. No te castigues más, saná.

Y si tu hermano murió, y tu familia se vino abajo y sobreviviste durante años en una casa donde te sentías más solo que un preso de madrugada en su celda, saná hermano.

Y si te pusiste un cuchillo en el cuello para terminar con vos, y el de arriba te lo sacó de las manos cuando empezabas a sangrar, saná hermano.

Y si te mataron al viejo frente a tus ojos cuando tenías 6 años, y nunca pudiste sacarte esa imagen de la cabeza, saná hermano…

Y si tu hija nació con una discapacidad y todavía no tuviste la capacidad para convertir ese dolor en alegría, saná hermano…

Y si se te murió un hijo y te quedaste ahí, paralizado, para el resto de tu vida, saná hermano, para intentar salir adelante…

Y si tu historia te llevó a ser lo que sos, no te conformes hermano, no me digas “Yo soy así”. Si no te movés de ahí es porque sos un cagón y te contesto “Por no sanar ésto y lo otro, estás poniendo en juego tu felicidad”.

Y si pensaste que no tenías otras que salir a afanar porque necesitabas comer e hiciste cagadas grosas, y las pagaste en la cárcel y sentís que ya está… te redoblo la apuesta: pedí perdón, hermano.

Porque todo en la vida se trata de pelotas, de decisión, de mejorar como persona y de buscar tu propia felicidad.

Y tu realidad me duele hermano, porque estás viviendo el infierno en vida, porque las cucarachas caminan por las paredes, porque tu inodoro es un pedazo de cemento frío con olor a mierda, y no tenés ni yerba para el mate y comés un pedazo de pan duro… Creeme, me duele.

Y más me duele imaginarte a las dos de la mañana, sentado en tu cama (que es un pedazo de madera con frazadas), llorando como un chiquito. Pero me quedo tranquilo porque ese chiquito indefenso y desnudo, en definitiva no hace más que decirte lo mismo que estoy tratando de decirte hoy: “Saná, hermano”.

Y trato de entender tu historia, de saber por qué sos así, de ir un paso más allá y de no juzgarte. Y acordate, no vengo a juzgarte hermano, creeme. Porque yo no sé lo que viviste de pendejo, no sé por dónde carajo anduviste ni lo que hiciste, ¿por qué debería juzgarte?

Pero te digo una cosa, si me lo contás hermano, si te animás, si lo soltás, te juro por Dios que te voy a ayudar a llevar esa cruz que te está partiendo al medio. Porque te miro a los ojos y la veo, y es pesada, mucho más pesada de lo que quizás yo pueda llevar.

Y esa espalda no puede más… Pero acá tengo mi hombro hermano, y me animo a cargarla con vos.

Y de esto se trata la vida; de sanar, perdonar, pedir perdón y ser feliz.

Y estoy para lo que necesites.

Y cuando estés solo en tu celda, a la madrugada sin poder dormir, en la oscuridad y no te de miedo llorar, saná hermano, que el barba te está viendo. Y te escucha, te entiende, lagrimea con vos y hasta me juego las pelotas que quiere lo mismo que yo: tu felicidad hermano, porque te ama.

Saná, animate a dar el paso ahora, animate, PERDONATE, porque si no lo hacés estás poniendo en juego nada más y nada menos que tu felicidad, para el resto de tu vida.

Te quiero.

PD: esto fue escrito para todas aquellas personas que se sienten privadas de su libertad interior, más allá de que vivan o no en una cárcel.

Reinventarme

estacion-atocha-madrid«¡Viajeros al tren, viajeros al tren!» gritó fuerte el guarda del Ave en pleno anden central de la Estación de Atocha. Tocó el silbato y cerró las puertas. No tuvo piedad con nadie, menos conmigo. ¿Importarle qué este corriendo hacía él? Nada… Hasta pareció disfrutar. Y corrí, juro que corrí desesperadamente como si estuviera en los últimos 195 metros que separan al corredor de la gloria eterna, la que sólo un maratonista puede experimentar: la sagrada distancia de un maratón. Y las puertas se cerraron. Y grité. Y terminé, como no pudo ser de otra forma, llorando de rodillas y con los brazos extendidos hacía arriba preguntando al cielo por qué. ¿El tren? Dijo adiós. Se fué. Y no llegué por poco, por muy poco. Al silbatazo lo escuché y ese detalle habla de lo cerca que estuve. Y nunca mas lo volví a ver… Y yo que pensaba que él era mi vida, mi muerte, mi todo. 

Pero no. Aquel día salió desde el anden central a algún destino incierto que nunca conocí ni voy a conocer.

Ahora, mirando la situación con perspectiva, analizando y pensando, como a veces toca hacer, creo que no llegué por el peso, el equipaje, las maletas (como se dice allá), y por las valijas (como se dice por acá).

Y pasa el tiempo, y ya no es un problema, no molesta. Porque un problema, cuando tiene solución no es un problema, y si no tiene solución, claramente no es un problema.

Y, otra vez, no queda más que reinventarse, que volver a nacer y creer en uno mismo, y esa «y» no es una «o» porque no escribí “nacer o creer”. Dije “nacer y creer” porque van de la mano.

Y, otra vez, no queda otra que reinventarme, por 4ª o 5ª vez, no lo sé. Y cada vez que lo hago llega un aire distinto, nazco de nuevo y aparezco desnudo, lleno de cicatrices, tatuajes bucaneros que no se borran, que están ahí y los voy a llevar toda la vida. Y ya no son un problema, son mi historia. Y con orgullo, los muestro. Y los miro y los acepto, y los quiero porque soy lo que soy gracias a ellos, tatuajes de tinta vieja, desgastados, lindos tatuajes.

Y dejo las valijas a un costado, me siento tranquilo, aliviado, sin peso. Y me siento, de sentarse, no de sentir. Patas en el aire, como un chiquito cuando la silla le queda grande. ¿En frente? Los rieles de las vías por las que hace un ratito se fue el tren al que no llegué. Están vacíos, sin nadie a quién llevar, tranquilos. Por ellos ya pasaron varios trenes, con mucha carga. Los escucho decir que es tiempo de disfrutar el descanso.

Y pasan las horas, los días. Y sigo acá, pensando qué riesgo corro al dejar todo de lado y volver a empezar, como tantas veces lo hice. Y cuanto más lo pienso más me convenzo. Y vamos, otra vez, de nuevo, a hacer lo que mejor se hacer: reinventarme, para seguir. No somos muchos; mis tatuajes (que no son pocos) y quizás un mate. Y si el próximo tren permite “mascotas”, seguramente se suba Rudo, mi fiel compañero, mi perro salchicha. 

Y pasan las horas, los días. Y hace un par de semanas que estoy sentando en pleno andén central, viendo qué pasa. Y lo que pasa es gente, comentarios, pensamientos, rarezas. Estoy en la Estación de trenes más grande de Madrid. ¿Similitudes con Retiro? Quizás las baldosas.

A veces quisiera estar allá, a veces acá.

Y la gente pasa. Y el barullo de los clientes que ya no les queda ni un poco de sentido común. Y mandan mensajes los viernes, sábados o domingos a las 8/9 de la mañana o a las 10/11 de la noche. Y esa línea fina entre educarlos o mandarlos al carajo. ¿No ven que hay amigos, familia y cuestiones que atender? ¿Acaso lo más importante en este mundo son sus empresas? Carajo. Y las voces de la exigencia diciendo que el “éxito” llega del 24×7. Entonces contesto.

Y me quedo pensando… que en esta vida, sí, en esta que estás viviendo ahora, te cuento por si no lo sabías: te entrevistan para un trabajo y te aclaran que el término “full time” se acabó, que ahora es “full life”. Y no se quién fue el hijo de puta que creo esa mentira, pero se que algún día lo voy a encontrar… Y le voy a preguntar por su familia, por su matrimonio, sus hijos, sus amigos, sus vínculos y su perro. Y espero que la respuesta sea positiva, que me diga que son vínculos sanos, alegres, felices…

Porque sino…

Y me quedé con algo en la garganta, y es ese “24×7”. Maldita década tecnológica que vende eso de que hay que “estar disponible 24 hs por 7 días a la semana” y realmente me pregunto si están todos equivocados o yo estoy destinado al fracaso por intentar no subirme a esta movida. Y entiendo que de algo hay que vivir, y acá no se trata de Hippies con Osde porque no lo soy. Pero, perdoname, no estoy destinado al fracaso y que no carajo. Y no, y me niego. Y gracias a Dios tengo un socio de la gran puta con el que discuto todas estas cosas. Y lo quiero.

Pero, para mí, no hay cliente que valga esa definición. Y lamento decirles, priorizo otras cosas, y quizás, hasta charlar con mi perro. A ese grado de hartazgo llego cuando el Whatsapp suena a horarios desubicados…

Porque creo que estamos enfermos.

Y cuánto más lo pienso, más me da por agarrar a mi perro y el mate y esperar al próximo tren. Y decirles a los que me rodean, que yo voy a mi ritmo, que no se sí es rápido o lento, pero es el mío. Y que me respeten, y que no se ofendan si no estoy disponible “full life”, y espero que entiendan que mi perro también necesita charlar.

Y por eso juego a este juego, el que te conté hace un ratito, el de reinventarme. El de romper con lo que “debería ser” y saber que así, como es, está bien. Y si se fué el tren, así esta bien.

Y sigo sentado en el andén, con las patitas en el aire, y estoy más vivo que nunca. ¿Mi perro? Acá, al lado, y unos mates…

¿Y las valijas? Prefiero ponerme ropa nueva, arrancar de nuevo, de cero, luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, tatuajes con tinta vieja, que no se borran, que están ahí y los voy a llevar toda la vida. Y, con orgullo, los muestro. Y los miro y los acepto, y los quiero porque soy lo que soy gracias a ellos, tatuajes de tinta vieja, desgastados, lindos tatuajes.

Y a los que me ven ahí sentado, en plena Estación de Atocha, pensando que no tengo remedio o que el tren pasa una sola vez… Les mando un abrazo, y les digo que tengo bastante agua caliente para el mate, y a mi perro.