Un amor efímero

Moreno 851, Tigre.“Es tuya, hasta que se vaya con otro”, me dijo.

No lo dudé, hice las valijas y partí. Sin darme cuenta empezó un amor que duraría lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks. Estuvimos juntos un poco tiempo, abrazados, haciéndonos carne uno del otro, como un amor enfermizo.

La primera vez que intercambiamos miradas vi una mujer maltrecha, despeinada y desganada, con pocas ganas de vivir… No me sedujo para nada, pero entendí que quizás estaba así por alguna relación fallida del pasado, donde no la trataron bien, vaya uno a saber, en esto del amor hay cada pareja… Dicen que no hay segundas oportunidades para causar una buena impresión, pero la frase no aplica para este amor.

Nuestra segunda mirada resultó algo no simpática, pero tuve el valor para hacer hincapié en lo importante, su interior. Lo esencial es invisible a los ojos, dicen también por ahí (creo que un principito tomador de mates). Y con el tiempo nos fuimos acomodando, uno al otro, y nos empezamos a llevar bien. Las cosas que me molestaban de ella dejaron de incomodarme, y la empecé a mirar con cariño. Un cariño que se fue convirtiendo en amor…

Sus piernas, llenas de humedad, me hicieron rabiar alguna que otra vez, pero el tiempo es sabio y, de a poco, fui entendiendo que ella no tenía nada que ver. Y el río empezó a tomar protagonismo, dedicándose a separarnos en cada encuentro, haciendo de enemigo íntimo, llenando de adrenalina cada cita pautada, cuando el viento se burlaba de nosotros soplando desde el sudeste. Fueron momentos únicos, pruebas de fuego para ver si nuestro amor era verdaderamente amor, pero qué difícil intentar salir ilesos de esa magia en la que nos hallábamos presos… nos dejó marcas imborrables en nuestra memoria. Y después llegó el frío, como inventando un nuevo rol secundario de una película que no estaba invitado. Fue, quizás el momento más duro de la relación, en donde yo no quería ceder, ni ella tampoco. Y dudé, como dudan los grandes hombres antes de tomar una decisión importante. Y las dudas, cuando los grandes hombres las saben manejar, se van. Y firmé, hasta la enfermedad y la muerte, un pacto para vivir juntos.

Mi vida fue felicidad, pero duró poco.

Porque, dicen que cuando uno está cómodo debe moverse, y esa zona de confort me duró apenas unos meses y, te confieso, me hubiera gustado el confort un tiempo más. Aunque algún Mago de Öz haya dicho alguna vez: “pues, no eres un árbol, para eso tienes dos pies”, me animo a contestarle con altura, diciéndole que la vida es sabia pero esta vez me dejó a gamba.

Y ahora, que me acaba de decir al oído que en un mes se va con otro, el corazón se me desgarra. Y cuando me mira a los ojos, automáticamente doy vuelta la mirada… me destruyó su noticia, no estaba preparado, ni física ni mentalmente para verla sonreír con otra persona.

Ojalá la vida nos de revancha, aunque dicen por ahí que “al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver”.

Moreno 851, Tigre, alías “El Club”, quiero decirte que por mis venas va, ligero de equipaje, sobre un cascarón de nuez, mi corazón de viaje, luciendo los tatuajes de un pasado bucanero, de un velero al abordaje, de un liguero de mujer. Ojalá te traten mejor que yo, ojalá la persona que venga tenga la suficiente capacidad de amarte como para que te olvides de mí, aunque se que una huella te dejé…

Una historia de rechazo, de medirnos, de aceptarnos, de cariño que se fue convirtiendo en amor, para terminar como un amor de verano, pasional, exótico, efímero…

Te voy a extrañar.

Todos buscamos la libertad

Revista Try MundialNota publicada en Try Mundial.

Cuando el rugby se convierte o es utilizado como recurso de integración, se descubren auténticos valores de la vida. La historia de Los Espartanos, el equipo conformado íntegramente por reclusos, es un ejemplo conmovedor. La necesidad de involucrarse queda como mensaje para toda la sociedad; porque ningún muro puede desacreditar la igualdad. 

Un viernes cualquiera, después del habitual rezo del Rosario en el pabellón 8 de la Unidad Nº 48 de San Martín, Eduardo “Coco” Oderigo nombró la lista de los veinte Espartanos que iban a salir a jugar al día siguiente con San Andrés. El clima era algo ambiguo, los nominados festejaban con cordura por respeto a los que tenían que quedarse en el pabellón, y los que se iban a quedar debían apoyar sabiendo que no sólo se perderían la oportunidad de jugar, sino de algo más… Esto pasa antes de cada partido que Los Espartanos salen a jugar fuera de la cárcel, los que salen y los que se quedan lo entienden, son las reglas de juego.

Pasaron las horas, atrás quedó ese momento incómodo de la elección de jugadores, llegó la hora de dormir. Cada uno estaba en su celda, acostado, con los ojos abiertos hasta altas horas de la noche porque sabían que traspasar los muros para ir a jugar era un privilegio, sobre todo para internos con condenas de 10, 15, 20 años o más.

Para un Espartano “salir a jugar” es una victoria. Porque detrás de la lista de nominados hay mucho esfuerzo, buen comportamiento, respeto, disciplina, trabajo, humildad y compañerismo, valores que no suelen verse a diario en nuestra sociedad y mucho menos en una cárcel de máxima seguridad.

Ese mismo viernes había también muchas otras personas que estaban en sus camas con los ojos abiertos hasta altas horas de la noche, pero no estaban en una celda sino en sus casas. Eran los jugadores de San Andrés. Algunos del plantel superior y otros “veteranos”, pero todos con los mismos interrogantes dándoles vueltas por la cabeza: ¿Cómo serán los presos?, ¿habrá bastantes policías por las dudas de que pase algo?, ¿Y si alguno saca alguna faca en pleno scrum?, ¿y si vienen de todas las villas a copar el club..?

Llegó el sábado, momento de enfrentarse a lo desconocido, de darle respuesta a cada una de las preguntas, de dejar los prejuicios de lado y “que sea lo que Dios quiera…”, pero todos pensando en algo en común: un partido de rugby.

Los ómnibus del servicio penitenciario estacionaron en el predio de Benavídez, los autos de diferentes marcas también. A simple vista las diferencias eran gigantes. Los Espartanos se bajaron y comenzó el mismo ritual que comienza cada vez que llegan a una cancha de rugby de algún club argentino: miran para todos lados con cara de asombro y felicidad , valoran cada centímetro de césped de la cancha, ven los árboles moverse por el viento, sienten en el rostro la brisa fresca de una libertad momentánea, conocen gente distinta y, lo más importante, ven a sus familiares que los van a visitar (los van a ver hacer algo bien, algo bueno, ejemplar).

Los jugadores de San Andrés comenzaron el mismo ritual que comienzan cada vez que tienen un partido de rugby, ponerse los botines, las medias, el pantalón y la camiseta, motivarse (arengarse) y salir a la cancha a dejar todo.

Pasaron los minutos, los botines atados, las camisetas adentro del pantalón y, por primera vez, todos juntos en la mitad de la cancha. Los policías (con itacas en mano), al costado de las líneas perimetrales, eran testigos de ese momento único. Llegaron los primeros saludos, que no tardaron en convertirse en abrazos, y las sonrisas fueron tomando protagonismo. Algo se respiraba en el aire y era la palabra “encuentro”. 

Cuántas historias de vida tan diferentes, qué mezcla gigante de personas de distintas clases sociales, qué contraste tan grande entre unos y otros, pero todos unidos por una pelota de rugby. Y cuando llegó el momento del kick-off inicial todas esas diferencias desaparecieron y se convirtieron en 30 jugadores de rugby con un solo objetivo: disfrutar de ese encuentro

El cielo estaba gris, el frío y la llovizna se hicieron presentes. El terreno embarrado, el escenario era ideal para llenarse de barro en cada tackle. El partido se volvió anecdótico, más allá de que el resultado favoreció a San Andrés por 21-14 lo más importante tuvo que ver con todo lo que sucedió alrededor de ese encuentro. Llegó el tercer tiempo, el momento en que todos se unieron una vez más: presos con sus padres, hijos y sobrinos y jugadores de San Andrés con sus padres, hijos y sobrinos…

Todos embarrados y en igualdad de condiciones por un rato, sonriendo y compartiendo testimonios. El presidente del club anfitrión le entregó una camiseta al hijo de un Espartano (Johnny), para que cuando éste salga en libertad pueda jugar en el club con su hijo.

Gaby, el capitán de Los Espartanos, le entregó la Virgen del Rugby al presidente de San Andrés, la Virgen a la que le rezan todos los viernes en el pabellón 8 acompañados por gente de afuera compartiendo experiencias únicas.

En octubre de 2015, los Espartanos (20 voluntarios y 10 ex presos) fueron a visitar al Papa Francisco, estuvieron más de una hora y media en el living de su casa. Entre tantas palabras que se compartieron en ese encuentro hubo una que salió de la boca de Francisco y quedó resonando en la cabeza de todos: “integración”. El rugby se está metiendo en las cárceles argentinas para integrar a la sociedad a todos, y cuando la ovalada pasa por algún pabellón, ni los presos ni los entrenadores y voluntarios (denominados “los de la calle”) vuelven a ser los mismos. Algo pasa, los presos se sienten libres y los de la calle se liberan de los prejuicios. La libertad parece estar en cada entrenamiento, en cada partido, en cada encuentro. Y la libertad integra, porque se empiezan a formar vínculos.

Con Andrés GallinoTodo lo que hay en un encuentro de rugby cuando actúan Los Espartanos es integración. Pero siempre se necesita de la otra parte y fue el “sí” de los jugadores de San Andrés (en este caso) lo que permitió concretar esta grandiosa experiencia. Hay responsabilidad de ambas partes para comprometerse en intentar cambiar la situación actual.

Andrés Gallino, uno de los tantos jugadores de San Andrés que estuvo ese sábado, compartió su reflexión sobre aquella maravillosa aventura con Los Espartanos: “La más grande que puedo sacar, rescatar, es la importancia de ayudar a la gente que esta presa. Uno cree que cuando entran a una cárcel se acaba el problema, pero en realidad ahí comienza nuestro problema como sociedad. Lo que me enseñaron Los Espartanos es que hay que hacer, accionar, ocuparse e involucrarse para poder salir adelante todos juntos”. 

Palabras sinceras, correctas y que dejan un claro aprendizaje: sin duda, hay que involucrarse, y hoy es el rugby una de las herramientas principales.

Y también Johnny, uno de Los Espartanos, hizo referencia a lo que significó el encuentro con San Andrés: “Para mi fue un partido especial, porque no solamente pude ver a mi hijo ese día, sino que también fue el cumpleaños número 62 de mi mamá. La pasé muy bien, muy lindo, muy emotivo. La reflexión que puedo hacer es que vale la pena vivir y no importa en qué condiciones estés; si estás con tus seres queridos no importa dónde estés. Por un momento me olvidé que estaba preso. En el momento en el que todos Los Espartanos y los jugadores de San Andrés le cantaban el feliz cumpleaños a mi vieja, y encima le entregaron una camiseta a mi hijo, me di cuenta que vale la pena vivir la vida. Cuesta día a día lucharla, pero vale la pena estar vivo. Después de tanta pelea, sacrificio y batallas, vale la pena vivir”. 

Las vidas se transforman. A Andrés le cambió la percepción sobre un preso, y a Johnny le cambió la percepción de la vida. Apenas dos casos de los muchos que hay. El sí de Andrés a involucrarse y el sí de un Espartano a cambiar su estilo de vida, hacen encuentros como el de Los Espartanos y San Andrés totalmente únicos, llenos de historias como ésta. El rugby es integración, sólo hace falta involucrarse. Que ningún muro (de ladrillos o interior) represente un límite para sentirnos y mostrarnos iguales. Porque todos tenemos esa necesidad de sentirnos libres, más allá de la realidad en la que estemos inmersos. Todos buscamos la libertad.

Amor de madre

Madre e hijo abrazados. No soy madre, no tengo hijos, no sé lo que es el amor del que ellas suelen hablar. Ni siquiera tengo el mismo sexo. Por más empatía que busque, no encuentro comparación alguna para entender «ese amor”… Pero algo imagino por tanto cariño recibido de parte de la mía.

Me puse a pensar “como madre” en un hipotético hijo que a los dieciocho/veinte años tenga dos hijos y una mujer, una familia armada. Aparentemente con todas las herramientas necesarias para ser protagonista de su vida. Pero no se por qué imagino que se junta con “amigos” que no tiene que juntarse, que se droga, se cree inútil y un bueno para nada y se auto convence que empezar a robar es la solución a todos sus problemas…

¿Qué haría?

¿Qué haría para tratar de llegarle de alguna manera a mi hijo “perdido”?

No lo se…

A las 9:30hs de la mañana, en la puerta de la Unidad 48 me encontré con Viviana y su hijo Diego. Llegaron ahí por el Colo, uno de Los Espartanos que esta preso y vive en el pabellón Nº 8. No fueron un martes a entrenar, eligieron el viernes para rezar porque saben que, generalmente “pasan cosas”: “vine con Diego porque lo veo apagado, mal y quiero que conozca el pabellón de Los Espartanos”.

Automáticamente pensé en la brillante idea del Colo de invitarla a rezar a su amiga con su hijo.

Pasó todo lo que pasa cada viernes: abrazos, sonrisas, mates, gestos chiquitos que hacen grandes a cada uno de los presos, pedidos y agradecimientos hasta el último Misterio.

Pero hoy en ese pabellón hubo una madre pidiendo ayuda, una madre desconsolada que llevó a su hijo para que “abra los ojos”.

En el último misterio Viviana se animó a hablar, muy emocionada:

“Soy Viviana, soy cocinera en una clínica psiquiátrica y estoy acá para tratar de ayudar a mi hijo, para que Dios lo guíe en un mejor camino. Él tiene una familia hermosa, dos hijos y una mujer que lo aguanta. Él es mi vida y quiero que esté bien, conocí a Los Espartanos gracias al Colo que esta con ustedes y me gustó mucho el trabajo que se hace. Y gracias a esto a mi hijo más chico lo puse a jugar al rugby para alejarlo de la calle, yo trabajo todo el día y ahora sus días son en el club. Tiene un grupo de amigos muy lindo, sabe lo que es el compañerismo y ojalá hubiera podido encontrar el rugby cuando Diego era chico y darle un futuro mejor. Pero bueno, se que estoy a tiempo y que lo puedo ayudar y gracias a Los Espartanos por recibirnos. Espero que esto le sirva, que luche por su vida, por estar bien, que se mentalice de que el puede, de que todo lo que se proponga lo va a lograr con la ayuda de su familia, de su mujer y de sus hijos. Ojalá le de para adelante, nadie es un inútil, nadie es un inservible, estamos en esta vida por un propósito y yo se que el tiene un buen propósito, tiene que salir adelante y va a poder por el apoyo de todos”.

Le pidieron a Diego algunas palabras, y el no se animó.

Su madre salió a defenderlo con un “es vergonzoso”.

El Boli (uno de los presos) lo animó: “Esta es tu casa, esto son Los Espartanos, esta es tu familia. Si le pones onda y fe en Dios, el te va a ayudar”.

Y de lejos se escuchó el aliento del Gordo Diego (otro de los presos), totalmente emocionado:

“Fuerza Diego, tenes una mujer que te quiere de verdad, ella dio la vida por vos, ahora vos la tenes que dar por ella, todo lo que se esfuerza, todo lo que hace es un montón, de verdad. Mucho de los pibes que estamos acá perdieron a su madre. Yo la perdí cuando tenía 15 años y fue lo más doloroso que me pasó en mi vida, hasta el día de hoy no lo puedo superar, realmente. Lo que a mi me cambió fueron mis dos hijos que son mi amor. Lo que está haciendo tu mama es un montón amigo, de verdad. Hay que valorar lo que uno hace en esta vida, el día que no la tengas vas a sufrir como estoy sufriendo yo, pero no por la vida sino por acá adentro del corazón. Me hubiese gustado que mi mama me de el aliento que te da a vos para poder valorarlo, porque me di cuenta tarde de lo preciado que fue tenerla, y hoy no la puedo recuperar. Por eso te deseo lo mejor y le deseo a tu mama que siga teniendo la fuerza, la voluntad y el coraje para venir a una cárcel y decir NECESITO UNA AYUDA PARA MI HIJO. Se puede amigo, el rugby me enseñó muchos valores, lo que es valorar a un amigo, lo que es valorar muchas cosas de la vida que antes no me importaban. Lo que hace tu mama la verdad es algo maravilloso, yo tengo dos hermanos más en la calle y hasta el día de hoy nos lamentamos no tenerla con nosotros. Le pido a Dios de todo corazón que le de la fuerza que necesita tu mama para seguir adelante con vos y que te de fuerzas a vos, que encamines tu vida, valores a tu familia que realmente te quiere, de corazón, te deseo lo más mejor de tu vida”.

Aplausos, lágrimas, emociones. No se suelen ver a tipos de 2 metros y 140 kilos tan emocionados…

Pero Diego no se animaba a hablar.

El ingenioso Coco lo puso entre la espada y la pared y le dijo: “No hace falta que hables, muchas veces no hace falta hablar para decir algo, puede ser con un gesto, un simple abrazo…”

Diego se paró, abrazó a su mama y se quebró como un chiquito indefenso que recién llega a este mundo.

El abrazo duró dos minutos (contados).

Los aplausos de todos los que estuvimos hoy en el pabellón fueron sentidos, el amor de una madre no tiene descripción.

¿Qué haría?

¿Qué haría para tratar de llegarle de alguna manera a mi hijo “perdido”?

Creo que seguiría los pasos de Viviana: humildad y amor.

PD: Creo que nunca se me hubiera ocurrido buscar ayuda en una cárcel. Otra prueba más de lo distinto que es el pabellón de Los Espartanos.

El pasaje de tren

Las ratas huyendoYa estábamos cansados de tanto viaje, veníamos de una seguidilla de bondis, trenes y aviones que desgasta a cualquier ser humano de este planeta. Habíamos pateado Ámsterdam durante todo el día, teníamos los gemelos como dos macetas. Era caminar para conocer o no conocer, no quedaba mucha opción. Estaba todo oscuro, era pleno invierno europeo, cagados de frío. A las 19:15hs teníamos que tomarnos un tren para llegar a las 20hs a la estación de bondis y de ahí a Londres. Obviamente era la opción más barata de hacer ese viaje (éramos expertos en gastar la menor cantidad de euros posibles). Pero, generalmente, el afán por ahorrar se convierte en una especie de manía.

Nos habíamos transformado en una especie de ratas andantes. Mirábamos con los ojos MUY abiertos cualquier cartel que tenga un número tachado y diga “Oferta” en cualquier tipo de idioma. Olíamos los descuentos y éramos fanáticos del 4×1. Sentíamos que éramos los reyes de los céntimos.

Uno de los puntos de quiebre fue en Praga: debo confesar uno de mis pecados más grandes, me comí siete salchichas envueltas antes de llegar a la caja de un supermercado. Y lo peor no es eso, sino que me escondía de las cámaras de seguridad que había en el techo y si me pasaba algún empleado cerca dejaba de masticar (con los cachetes llenos, obvio). Me sentía en Prison Break.

Siete de estos.La esencia del hombre rata había entrado en nosotros. Decidíamos gastar lo menos posible en todo y, sobre todo, en transporte público (habíamos dejado de pagar boletos de trenes, metros y colectivos). Todo tipo de guardia para nosotros era una amenaza gigante.

En fin, sigo con la historia…

El tren que salía de la Estación Central de Ámsterdam salía bastante más caro de lo que habíamos imaginado. El cerebro no nos funcionaba muy bien por el cansancio pero semejante suma de euros no estaba en nuestros planes, eso seguro. Si no pagábamos perdíamos el bondi a Londres, por ende no era una opción.

Pero todo se transformaba en opción para nosotros.

Por eso decidimos escabullirnos entre la muchedumbre y poner cara de turistas pelotudos, convencidos de que eso nos iba a salvar de cualquier situación límite.

Logramos el primer paso, subirnos al tren.

Se cerraron las puertas y nos miramos sonriendo como diciendo “pan comido man, esto es una boludes…”. Pero no nos habíamos percatado de una cosa, en la otra esquina del vagón estaba un guardia que empezaba a pedir boletos. Nunca había visto una cara de pánico semejante. Sabíamos que cualquier infracción en el viejo continente nos podía costar demasiado caro.

El tren era moderno, luminoso y de dos pisos. Al ver al pobre tipo haciendo su trabajo de aguafiestas nos fuimos para el piso de arriba. La premisa era: “cada paso que haga el guardia para este lado, nosotros vamos por el piso de arriba hacia el otro”. Todo se parecía a los viejos capítulos de Tom & Jerry. Lo único que teníamos bien en claro era que no nos podían pedir el boleto.

El guardia había completado su labor en la planta baja y subía las escaleras hacía el primer piso, justo cuando nosotros bajamos las escaleras hacia planta baja. Ahí fue cuando el guardia vio la cara de dos argentinos aterrados con una gigante expresión de hombres-rata. Lo subestimamos al pobre tipo, era Holandés pero no boludo. Empezó a pedir los tickets del primer piso más rápido que lo habitual, sabiendo que esa tarde oscura de invierno tenía dos ratitas para agarrar.

Lamentablemente para nosotros, tenía pocos pasajeros en el piso de arriba, por ende su labor iba a ser extremadamente rápida.

Faltaba poco para llegar a la estación de destino y también para que el guardia atrape a su presa.

El tren empezaba a frenar, nosotros ya habíamos llegado a la puerta de la planta baja y esperábamos con ansias que el tren frene más rápido. El guardia estaba a unos 10 metros de nosotros y le quedaba sólo un pasajero para pedirle el ticket.

Todo era cuestión de segundos. Si el tren frenaba poco, el guardia comía ratitas a la noche, si el tren frenaba mucho, las ratitas huían despavoridas.

El barba nos había escuchado, los dos mirábamos fijamente la puerta, ya habíamos llegado a la estación pero el tren todavía no frenaba del todo, por ende las puertas no se abrían.

El guardia ya había pedido todos los tickets del vagón salvo dos..

Y me miró.

Y sin querer lo miré.

Y le dije a Tito: “Cagamos”.

El tren frenó pero no se por qué tardó en abrir las puertas (fueron 9 segundos y 12 milésimas). Las conté.

El guardia estaba a dos metros y dijo algo en holandés que nosotros no supimos entender pero me imagino que fue algo como: “Ratas muéstrenme sus tickets”.

Las puertas se abrieron, la mano del guardia no llegó a agarrar nuestras capuchas…

Las ratas se fueron despavoridas por distintos caminos…

Nunca escuché a un holandés putear pero me imagino que debe ser parecido a lo que nos gritó el guardia cuando nos perdió de vista.

Nunca me sentí tan a gusto atrás de una columna.

Nunca había escuchado un silbato de un tren tan placentero como ese, estábamos a salvo.

Nos miramos desde lejos, sonreímos y ambos guiñamos un ojo.

Estuvimos cerca, muy cerca.

PD: estuvimos tan cerca que era evidente que no íbamos a salir invictos, algo pasó en Paris… Las ratas no quedaron invictas.

El Pitu

Marea en Montes de Oca.“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió” dice Joaquín en alguna de sus tantas letras… No me resigno a pensar en ese abrazo después de correr alguna maratón por las montañas, se que lo vamos a hacer. Se que, algún día, lo vamos a hacer. Y no importa que pasen los años porque como más de una vez me dijiste: “Viejo es el viento, pero sopla”. Y así lo demostrás… y puede que corramos juntos en muchos años y no va a importar si te toca correrla en silla de ruedas o con un bastón, porque lo que te empuja no son tus piernas ni tus brazos, a vos lo que te empuja es tu espíritu.

No sé de donde lo sacaste, no sé como lo forjaste, pero esta en tu esencia. Luchador, aguerrido, servicial, alegre, con carácter, presencia, porte de hombre de los de antes y una mirada que cuando mira deja en silencio a más de uno. Es verdad que tu verdad a veces parece ser única o al menos así lo haces sentir. No por nada tu profesión es la de abogado. Qué lindo debe ser sentirse defendido por vos, sin dudas, te quiero en mi equipo (las veces que te tuve en la vereda de enfrente por alguna discusión se me llenó el culo de preguntas…).

Estuve mirando un rato largo la foto en la que estamos los dos en el agua compartiendo y riendo en una de las tantas mareas que el Río Tigre nos regaló. Me hizo pensar y reflexionar (puede que peque de profundo) que siempre estás cuando el agua se asoma y muchas otras veces cuando esta a punto de taparme…

Lo estuviste y lo estas en lo profesional, siguiéndome en cada paso que di, aconsejándome y guiándome. No había, ni hay, nada más lindo que llamarte para pedirte un consejo laboral, ahí si que tu verdad parecería ser la verdad.

Lo estuviste y lo estás en lo emocional, cuando hemos tocado más de un tema molesto para mi… y tantas veces tu “frialdad” se cagó a trompadas con mi exceso de “dramatismo” para caer los dos rendidos en el campo de batalla con “el sano equilibrio” como resultado final…

Pescando.Lo estuviste en lo habitacional, cuando me abriste las puertas de tu casa innumerables veces en San Martín de los Andes y te DESVIVISTE para que cada segundo sea único (cualquiera que haya pasado por tu casa no me va a dejar mentir). Lo lograste con creces hermano, tu espíritu de servicio me impacta, no hay en mi cabeza un mal recuerdo de aquellos pagos y creeme que muero por volver a comer ese asado a orillas del Río Malleo, los dos solos (durante horas sin pescar un carajo)…

También me abriste las puertas de tu casa de Tigre para que pueda vivirla como vos la viviste, para que pueda despegarme del nido y abrir las alas…

Lo estuviste en lo económico cada vez que me tiraste un par de Euros para que cumpla mis anhelos de viajar a Europa con Tito y con Los Espartanos, con tu humilde frase que todavía tengo grabada: “No es mucho pero allá te van a servir…”.

Lo estuviste en lo cultural, en tus consejos de viajero (“Comete un pork knee en Praga”, “Andá al mercado de Budapest”, “Tomate una birra en el Museo del Jamón”, etc…).

Partido con Los Espartanos.Lo estuviste en lo deportivo, apoyándome en cada “hazaña deportiva” y demostrándome que siempre se puede un poco más: con tu Tetra de Chapelco a tus casi 40 años, con tu partido de rugby con Los Espartanos a tus 40 años (¡qué lindo fue compartir cancha!), con tu subida al Lanín, y con tantas otras cosas más…

Todo eso me despertó esa foto de la marea, pero lo que más rescato es tu sonrisa con la que acompañas mi andar y tu sana exigencia para que esos brazos que tengo en alto no se bajen nunca…

Linda huella estas dejando, acompañado por una mujer increíble y unos hijos que maman desde chiquitos que lo único verdaderamente importante es ser una buena persona.

Así estas querido hermanito, poniéndote de a poco, muy de a poco, cada vez más viejito…

Pero como una vez me dijiste: “Viejo es el viento, pero sopla”

Muy feliz cumpleaños Pitu, brindo con mate para que sigas soplando muchos años más…

Tu hermano menor que te admira, te mira y te quiere.

Gilmour, el lagarto

GilmourEra ya el segundo o tercer año que el Mono cursaba veterinaria. Nuestra casa de Montes de Oca parecía el zoológico de Pablo Escobar. Habían desfilado por el jardín variedad infinitiva e inimaginable de animales. Hasta el Arca de Noé envidiaba en aquella época a los Gallardo. Leer más