La ovejita

la-ovejita-gallardofHabía una vez una pobre ovejita que leía las noticias todos los días. Iba al corral de lunes a viernes de 9 a 18 hs. Se estresaba por lo que vivía ahí dentro, es verdad pobre ovejita, el ambiente no era el mejor. Ella no hacía lo suyo. No llegaba y saludaba, ni movía sus orejas, ni sonreía. No tenía ganas de aportar su granito de arena. Para ella estresarse diariamente en el corral era normal, porque no conocía otra cosa. Pobre ovejita, no se creía capaz. Se echaba a menos… Tenia la lana enredada con abrojos, los dientes amarillos y muchas ojeras, pobre ovejita, estaba tan metida en si misma que no podía entender que estaba mal.

Criticaba y cuestionaba el accionar de todos, menos el suyo. Pobre ovejita, ya tenía su pezuña acalambrada de tanto señalar. Y sus cuestionamientos eran contra propios y ajenos:

  • “Y el Papa no llamó a Macri, hace 20 días que asumió y no lo llamó, ¿podes creer?”
  • “Y Messi no es capaz de ganar una sola final, pero claro en el Barcelona…”
  • “Y el Papa le regaló un Rosario a Milagro Sala, a esa hdp que se robó todo. Este Papa me caía bien pero ahora, con lo que hizo…”
  • “Y ¿viste lo que hizo Macri? Yo la verdad no lo entiendo… ¡¿para qué lo voté?! Me está haciendo perder guita…”

Y así la ovejita estuvo gran parte de su vida, trabajando de lunes a viernes en el corral, estresada, hablando y criticando el accionar de los demás… Pobre ovejita.

Dicen que una noche se levantó algo agitada, su hocico transpiraba, sus pesuñas temblaban y su lana estaba lacia de tanto sudor. Pobre ovejita ¿qué le habría pasado?

Dicen, también, que a partir de esa noche algo cambió dentro suyo. Su accionar empezó a mejorar, llegó al corral al día siguiente y le sonrío a la ovejita recepcionista. Al ver como la recepcionista se sorprendía ante su sonrisa, empezó a sonreír a toda aquella oveja que se le cruzara por el corral. La gran mayoría no le contestaba con una sonrisa pero algunas si. La ovejita pensó: “mirá todo lo que puedo hacer con una sonrisa” y empezó a creer en ella. Le entusiasmó la idea de generar algo bueno en los demás. Pasaban los días y sus cuestionamientos se estaban empezando a convertir en conversaciones con las otras ovejas. Dejó de mirar lo chiquito para mirar lo grande. Ya no le importaba el gesto del Papa, prefería quedarse con todo lo que esta logrando con este papado tan interesante. Ya no criticaba al Presidente, confiaba en que él iba a hacer lo mejor para su país. Se empezó a dar cuenta que su mirada era algo criticada por los demás, pero en algunos sembraba la duda de la buena intención. Eran conversaciones lindas, sin palabras negativas, sin malas intenciones… Qué bueno todo lo que le pasaba a la ovejita… Pero sigo pensando ¿qué le habría pasado esa noche?

Dicen, también, que la ovejita se empezó a preocupar por los demás. Entendió el poder de las buenas intenciones y lo bueno que podía generar en el otro, la ovejita, esa misma “pobre ovejita” de los primeros párrafos empezó a cambiar vidas.

Pero para lograr eso ella cambió su mirada, dejó de lado lo chiquito para ir en busca de algo más grande. Y lo consiguió. Fue largo el camino hacia su interior y lo que encontró aquella noche que se levantó (algo agitada) fue esencial para cambiar su vida.

La ovejita se casó, formó su familia y fue dejando ovejitas llenas de alegría por la tierra. Qué linda fue la vida de esta ovejita, que un día se enfermó y nos dejó. Qué grande fue su huella.

Dicen que al llegar al cielo se encontró con una ovejita blanca blanca blanca. Radiante. Algo que nunca había visto en la tierra. Esta ovejita tenía barba, agujeros en sus pezuñas y un corazón que rebalsaba de amor.

La miró a los ojos y asombrada dijo:

– “¡Vos fuiste la ovejita que se me apareció una noche en la que me levanté agitada, con mi hocico transpirado, mis pesuñas inquietas y mi lana lacia de tanto sudor!”

La ovejita blanca contestó con una sonrisa:

“Fui yo”.

– “Pero no me acuerdo bien que me dijiste esa noche en la que apareciste… En realidad, si hago memoria, me acuerdo que me levanté al día siguiente con muchas ganas de vivir, de sonreír, de contagiar mi alegría a las demás ovejitas, de hacer el bien… Qué increíble, ¿cómo cambiaste mi vida de un día para el otro?”

– “Sólo te di a entender que yo no te había puesto en la tierra para que vivas la vida que vivías antes de esa noche y vos solita te diste cuenta que tu misión era mucho más grande”.

-“Es verdad, y te empecé a buscar desde aquella noche, absolutamente todos los días. Y siempre en algún momento te hacías presente”.

“Siempre voy a estar con aquella ovejita que me busque, pero ahora tenes que estar contenta, porque tanto me buscaste que acá estás, en mi casa”.

– “Gracias ovejita blanca, estoy muy contento de estar acá. Pero, ¿te puedo hacer una pregunta?”

– “Las que quieras”.

– “Se que me diste a entender que no estaba haciendo las cosas bien… Pero ¿qué fue lo que me dijiste esa noche?”

Y la ovejita blanca respondió:

– “Que tu misión era mucho más grande. Que hagas todo lo que esté a tu alcance para lograr tus objetivos, que trates de hacer el bien, que intentes cambiar la vida de las personas que te rodean, que reces y confíes en vos y en mi pero principalmente en mi”.

– ¿Y por qué me dijiste que confíe principalmente en vos?

– “Porque yo hago nuevas todas las cosas”

Y la ovejita sonrió, le agradeció y disfrutó del cielo durante el resto de su vida, su vida en abundancia:


Simples marionetas

espartanos-fede-gallardoMedianoche, calor, el viento pega en los ojos, la moto a unos 70 kms/h. Llego a destino, la misma infraestructura que veo todos los jueves a la misma hora. Entro y voy al cuartito donde esta EL. Hay algo diferente, generalmente estoy solo, hoy somos varios que vinimos a dejarle el corazón en sus manos. Abro la puerta. Oración de cambio de hora. Abro mi mochila, saco el kit: parlante, libro y cuaderno. Mismo ritual que todos los jueves a medianoche. De a poco se van algunos, otros se quedan, al final se quedan sólo dos ángeles contemplando lo mismo que contemplo yo. Pasa la hora, apago mi parlante y empiezo a juntar mis cosas. Uno de los ángeles desenfunda su guitarra y empieza a cantar. Nunca escuché una voz igual. Pasan los minutos y no me puedo ir. Media hora después me armo de valor para pararme porque el sueño me esta jugando una mala pasada. Me decido a irme. Misma decisión que toman los dos ángeles. Nos cruzamos en la puerta. Me saludan, las saludo, conversación. Temas espirituales, están ahí porque dentro de poco hacen una misión, hablo de Los Espartanos, las invito a cantar a la cárcel. Sonríen y me dicen que si.

Ya es viernes, 9 de la mañana. El teléfono suena, están afuera de casa, me pasan a buscar para ir los tres juntos. Llevo el mate, testigo indiscutible de situaciones increíbles. Entramos a la Unidad 48: “Cualquier cosa ustedes son mis amigas”. Así se presentan ante cada saludo. Están nerviosas, yo un poco también, no nos conocemos pero lo único que se es que el de arriba nos esta manejando como simples marionetas, me tranquilizo, sé que son cosas de EL. Ya dentro del pabellón llegan los abrazos de siempre, las sonrisas perfectas, las miradas a los ojos y esa sensación de plenitud que se siente cuando uno cruza la puerta del pabellón Nº 8. Ellas se manejan cómo en su casa. Empezamos el Rosario, hay dos ángeles que empiezan a volar. Suenan canciones, todo es alegría.

Segundo misterio. Suena el teléfono de uno de los de la calle: “Recemos por la hija de fulana que murió hoy a la mañana, tenía 8 años, aparentemente fue de muerte súbita”. Conozco a la madre, ubico al padre. ¿Qué carajo? ¿Qué es esta noticia? Me pega fuerte, casi hasta las lágrimas.

  • Primera reflexión: estamos de paso, de paso en serio.
  • Segunda reflexión: tenemos que vivir lo mejor posible cada minuto que estamos vivos. Entender de una vez por todas que no hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.

Lo entiendo, me convenzo cada vez más de esta forma de vida. Es esto o nada. Es a todo o nada. No hay medias tintas, es vivir o no vivir: “no balconeen la vida, métanse en ella”. Creo ser terminante pero los de mi alrededor expresan en palabras lo mismo que estoy pensando, me quedo tranquilo, no soy el único loco.

Seguimos rezando, siguen las canciones y las vueltas de mate.

Cuarto misterio. Lo reza un Espartano que sufrió un accidente hace unas semanas: “Estaba saliendo de la ducha del pabellón X… cuando uno, que esta mal psicológicamente, me apuñaló cuatro veces. En una me perforó el pulmón y se me empezó a llenar de sangre. Me trasladaron al hospital, llegué de pedo, estoy vivo no sé como. Pero bueno, hoy quiero estar agradeciendo por un día más de vida, por estar acá con ustedes, y quiero pedir por mi familia y por la persona que me apuñaló, para que entre en razón y se mejore”.

Qué carajo. Ya no entiendo más nada. ¿Pidiendo por el flaco que te acuchilló hace 15 días y casi te mata?. Miro para todos lados, no entiendo que pasa en este patio. Esto se supera viernes a viernes. Siempre hay una lección de vida, siempre me llevo algo para casa.

  • Primera reflexión: rezar por nuestros enemigos.
  • Segunda reflexión: tener las pelotas para hacerlo.

Quinto misterio. Uno de los de la calle resulta ser muy amigo del padre de uno de los ángeles. Empieza a hablar y destaca al padre: “Gracias a el entendí la religión, gracias a la enfermedad de tu abuela (refiriéndose a la chica) entendí muchas cosas. Esa muerte trajo muchas cosas buenas, transformó muchas vidas”. Ya veo lágrimas en varias caras. El de la calle sigue hablando y ahora ya no hay una cara sin lágrimas: “A mi amigo se le murió su madre de cáncer y hoy su mujer esta padeciendo lo mismo”. Es decir, la madre de esta chica tiene cáncer. Me pasan mil cosas por la cabeza, me pregunto qué carajo hacemos todos ahí, por qué se conocen ellos, por qué conocí a estas dos chicas anoche, qué hacemos todos lagrimeando y, mientras intento hacer una reflexión, siento que el de arriba se caga de risa. Entiendo una vez más que somos simples marionetas.

Sigo pensando en la historia que cuenta el espartano de la calle: qué enfermedad de mierda el cáncer. Como debe estar sufriendo esa familia, pero cuando escucho hablar a esta chica sobre la enfermedad de la madre me sorprendo. Por primera vez en mi vida escucho algo distinto: “Es una bendición de la Virgen”. No lo logro entender. Qué niveles de fe que maneja la gente, qué altura.

Tan sólo imaginar a mi vieja en esa situación…

Todo esto esta generando cosas, somos pocos, el Rosario es más intimo que de costumbre. El tema del cáncer despierta en algunos presos la necesidad de hablar: “A mi se me murió mi hermana y mi vieja de cáncer. Mi hermana con 28 años, mi vieja con 54. A mi vieja no la pude ver en toda su enfermedad por estar acá adentro pero gracias a Dios pude salir el día antes de que muera. Ese día le pedí disculpas, de todo corazón por el mal que le había causado, ella las acepto y al día siguiente murió en paz. Quiero decirte (hablándole a esta chica) que aproveches y le digas a tu mamá que la amas, pero decíselo todos los días, no esperes a nada, decíselo”.

Se me esta por salir el corazón, pienso en mis viejos y en la vida y en que hoy gracias a Dios están conmigo. Ya es uno de los Rosarios más emotivos que me tocó vivir.

  • Primera reflexión: poner a Jesús y María delante de todo, de absolutamente todo, incluso de una madre, como hizo esta chica cuando dijo “Es una bendición de la Virgen”. Relaciono esas palabras con esta canción: “Quién deja su padre por mí, su madre por mí, me encontrará, me encontrará, no tengas miedo, no tengas miedo, yo estoy aquí, yo estoy aquí. Quién deja su tierra por mi, sus bienes por mi, sus hijos por mi, me encontrará no tengas miedo, yo conozco a quienes elegí”.
  • Segunda reflexión: viejos los amo.

Esta por terminar el Rosario. Uno de los ángeles se presenta, cuenta sus sensaciones de haber conocido a Los Espartanos, habla con mucha altura. Cuenta también una historia. Resulta que tiene una amiga que su padre tenía un local en Tigre y que a ese local iba un chico malo a afanarle todos los días y que un día ese chico malo se arrepintió y volvió de Roma con un Rosario para él.

Loco ¿no? Por si no te acordás es esta historia.

Anteúltima reflexión: hoy estamos, mañana no y así lo explica un chat de hace unas pocas horas: “Hay que vivir a fondo, Fede. Al pedo guardar energías, para descansar vamos a tener la eternidad. Hay que dejar todo en cada pelota, no guardar nada. Cansa… ¡pero es tan lindo!” Coincido querido amigo, vivir a fondo y dejar huella y siempre pero siempre, de la mano del de arriba.

Última reflexión:

Las marionetas que miran para arriba, con los pies en la tierra pero los ojos en el cielo, tienen sus hilos muy largos y finitos. Al tener los hilos tan largos y finitos muchas veces corren el riesgo de cortarse, entonces Dios hace que esos hilos se entrelacen para que se hagan fuertes. Al hacerse más fuertes van a poder caminar juntos por esta vida, entrelazados, como todas las historias de esta nota.

¡Salúd!

¿Qué son para vos Los Espartanos?

Viejo-NicoHace unos días en un almuerzo me preguntaron: ¿Qué son para vos Los Espartanos? Tardé un rato en responder y pensé que lograría transmitirlo mucho mejor si lo bajo a un papel. Y acá estoy. Birome en mano, intentado responder semejante pregunta.

Todo nació una tarde madrileña, estaba tirado en el cuarto escuchando música, llovía, ya habían pasado varios meses de mi estadía y empezaba la melancolía a jugar un papel protagónico barato. Me sonó el celular y entró en mi Whatsapp la foto más linda que recibí en mucho tiempo. Mi viejo y Nico Degano abrazados en una cárcel. ¿Qué carajo hacen ahí? Me pregunté… Meses después tuve la respuesta. Leer más

El deporte y la vida, un mismo camino

El deporte y la vida - Fede gallardo

Nota publicada en la Revista Tigris en noviembre de 2015.

Kilómetro 27, una de las pendientes más difíciles de la maratón. Caí de rodillas a las piedras. Me temblaban las piernas. Evidentemente no había analizado bien la carrera; no estaba preparado para correr una maratón en la montaña, ni mucho menos en Madrid, lejos de todos y de todo. Me puse a llorar, me quebré emocionalmente y empecé a cuestionar todo. ¿Quién me había mandado a hacer semejante esfuerzo? ¿Era necesario correr tantas horas? ¿Qué sentido tenía todo eso? 

Y tras esa maratón, muchas cosas se fueron esclareciendo. El valor del sacrificio, de seguir aunque la cabeza y el cuerpo no pudieran más. El valor del compañerismo al correr con un amigo del alma durante tantas horas. El valor de la perseverancia, de entrenar todos los días para lograr un objetivo. El valor de la disciplina, de comer bien, de no salir de noche, de dejar de lado las cosas que a uno le gustan por un bien mayor. Valores extraordinarios para muchos de nosotros, pero que son moneda corriente en el mundo del deporte.


ANTE TODO, SACRIFICIO

Felipe Contepomi (38), ex capitán de Los Pumas, estuvo hace pocos meses dando una charla vocacional a chicos de entre 17 y 18 años en Human Camp (una institución que se dedica a generar contenidos inspiradores para líderes de organizaciones, jóvenes, el ambiente de la salud y la educación). Contó que en su infancia luchó contra el “deber ser” impuesto por sus padres, el colegio y la sociedad misma,

pero destacó que pocas veces los jóvenes se preguntan “qué quiero ser”. Para Contepomi, el “querer ser” es lo que realmente uno desea, y ese deseo interno lo relaciona con los sacrificios que una persona haría para lograr algo. Él se recibió de médico en Irlanda jugando al rugby profesional. Tenía ese deseo y lo logró. Llegó a ese objetivo levantándose todos los días a las seis de la mañana, haciendo guardias los días que tenía libres en su club, corriendo de un lado a otro para llegar a horario a los entrenamientos. Lo que lo llevó a recibirse jugando al rugby profesional fue el deseo interno de querer hacerlo, aunque aclara que con eso sólo no alcanza.

jovenes-felipe-contempomiSe necesita, además, el sacrificio: “Si el deseo es la clave de la felicidad, el sacrificio es la clave del éxito”. Felipe afirma que no conoció a nadie en toda su carrera (tanto de médico como de jugador) que haya logrado cosas sin sacrificarse. Uno de los primeros valores a rescatar en el deporte: el sacrificio.

Destacó que sus años más brillantes fueron cuando jugaba al rugby profesional en Irlanda mientras estudiaba, porque estaba en el mejor de los mundos, haciendo las dos cosas que más le gustaban en su vida. Después de estar seis horas en el hospital se iba a entrenar con todos sus compañeros, que miraban el reloj para irse a su casa mientras él no quería por nada en el mundo que pasaran esas dos horas de rugby. Todavía no entiende cómo lo logró (estudiar y jugar al mismo tiempo), pero está convencido de que los límites de cada uno son mentales, se los crea la persona como mecanismo de autodefensa. Un concepto similar al que transmite una gran frase de Nelson Mandela: “los obstáculos son producto de nuestra propia mente”. Habló también del éxito y del sentido que hoy en día tiene esa palabra. Dijo una frase que, según él, está impuesta en la sociedad: “Si ganás sos exitoso, si perdés sos fracasado”. Hoy, el resultado es el que manda y no hay medias tintas. Felipe disiente totalmente con esta forma de ver el éxito. Para él, el éxito es poder lograr el 100% de lo que uno puede ser. En un partido de rugby uno puede controlar lo que hace, pero no puede controlar al rival, al árbitro, al clima o a la gente. Lo mismo pasa en la vida. Uno es exitoso cuando logra llegar al máximo de sus capacidades y cuando desea algo, hace lo imposible (con pasión y sacrificio) para lograrlo.


LA MEDALLA DEL ESFUERZO

Estuve hace pocos días con Diego López (29), remero olímpico que ganó, junto a su compañero de bote, Axel Haak, la medalla de oro en los Juegos Panamericanos de Toronto, Canadá. Entre mate y mate se pasaron más de tres horas de charla. Fue una de las conversaciones más enriquecedoras que tuve en estos últimos tiempos. La sensación general fue de aprendizaje. Me di cuenta de que sabía poco de los valores que quería transmitir en esta nota antes de conocer a Diego: humildad, sencillez, sacrificio, esfuerzo, disciplina, responsabilidad, pasión, entre tantos que pude ir descubriendo a lo largo de la mateada.

Diego-LopezEl concepto de sacrificio para Diego es una elección. Está acostumbrado a que le digan “el remo es muy sacrificado, ustedes sacrifican mucho…”, y siempre contesta lo mismo: “a esto lo elijo”. Elige subirse a un bote y entrenar. Es consciente de que tiene que dejar cosas de lado, pero igual lo elige.

Para los Panamericanos de Toronto entrenó durante cuatro años, los 365 días del año (en el programa de entrenamiento no tienen un día entero libre) para poder correr los seis minutos que dura la regata. Seis minutos por cuatro años. Y la lectura entre líneas que fue aprendiendo con los años es a saborear el día a día.

Aprendió a trabajar el concepto de equipo. Para él no todo muere en una individualidad, sino que cada uno tiene su responsabilidad y sus límites de acción bien marcados en donde se tiene que dar lo mejor de sí, pero siempre respetando el lugar que ocupa.

Cuando hablamos de Axel (y el valor del compañerismo), se nota el cariño, el respeto y la admiración que le tiene a su compañero de bote. Para Diego es cuestión de tiempo para que Axel se convierta en un gran y excelentísimo atleta que va a marcar un punto de inflexión en el deporte del remo, y cree que su nombre se va a escuchar muchísimo en el deporte argentino.

Una de mis grandes dudas siempre fue saber cómo manejan este tipo de atletas las situaciones de estrés que se les presentan en las competiciones importantes. Su respuesta fue sólida y precisa, como cada remada que dio para levantar el oro: “Me ayuda mucho hacerme fuerte en lo que yo creo que puedo entregar, estar muy unidos como equipo con Axel, el entrenador y demás integrantes. Focalizar y visualizar el resultado y hacerme cada vez más fuerte y más seguro en mis capacidades. Son situaciones que van formando a la persona a desarrollarse, a tomar decisiones y a pensar qué lente le pone a la situación. Con el tiempo me fui dando cuenta a nivel extra deportivo de que el deporte me entregó muchas cosas invisibles que no trascienden en una medalla o un trofeo. Son amistades, la forma de ver la vida, la forma de afrontar situaciones, el insistir, el tratar de superarse constantemente”.

Cuando le pregunté sobre la forma de ver la vida desde los ojos de un deportista me dio una respuesta más que interesante: “Siempre necesito una motivación, un objetivo, una meta, así funciono yo. Estos objetivos son muchas veces promovidos por la vorágine de la sociedad. Me resultaba difícil saborear el día a día, acostumbrado a ver lo que me faltaba. No muchas veces salen las cosas, y el deporte me fue dando una perspectiva diferente con respecto a eso, me abrió la cabeza para entender y analizar otras formas de llegar a mi objetivo. Si las cosas no se van dando como me parece, busco ir por otro lado; me pregunto ¿qué hice mal? Entonces intento superarme; en mi caso, entrenar más, romper la marca. Hoy perdiste, saliste segundo (aunque para mí sea un buen resultado), pero vos querías ganar, entonces corresponde felicitar al que te ganó, no morir en esa de “perdí yo” sino aceptar que el rival fue mejor. El mismo concepto aplico para la vida: cuando no se cumplen ciertos objetivos, es importante ser conscientes y autocríticos, y pensar en lo que viene, en construir”. 

Durante cuatro años, Diego soñó con ganar el oro en Toronto y lo logró. Pero además supo hacer del deporte un estilo de vida y aprovechó cada una de las aristas del alto rendimiento para educarse, formarse, vincularse con los demás y ser mejor persona. Por eso, más allá del éxito en su carrera, hoy lleva la verdadera medalla dorada colgada en el corazón.


DEPORTE PARA CADA UNO

También con mates de por medio, me junté con Gustavo Roberti, actual preparador físico de la primera de Boca para charlar sobre el deporte y sobre un emprendimiento que está llevando a cabo junto a Guillermo Pereyra (ex futbolista), su novia Soledad, Guillermo Nudemberg y su mujer Lucrecia: la creación de un gimnasio totalmente novedoso en la Argentina.

Gustavo-Roberti-Fede-GallardoHablamos sobre la importancia que tiene la parte humana tanto en el deporte como en la vida para poder conocer el valor agregado de las personas. “Me gusta mucho establecer un vínculo desde lo humano porque soy un convencido de que si no conozco al deportista por dentro, es difícil cambiarlo por fuera. Me gusta interiorizarme en todas las cuestiones, no solamente en saber cómo está físicamente, que es lo más tangible, comprobable y medible. Me gusta entrar en lugares donde los valores son más idílicos y donde el punto más profundo es el más importante. Así establecés un vínculo no solamente de confianza sino de relación y sentimiento. En mi trabajo trato de hacerlo, un poco impulsado por Abel Albino, a quien no conozco, pero escuché varias veces y me valió de estímulo. Por eso no solamente preparo a los futbolistas físicamente, sino que trato de explicarles la importancia de dar un poco más, como deportistas y como personas”. Hace quince años que Gustavo trabaja en su profesión y cree que en todos los clubes en los que estuvo salió campeón porque se llevó lo mejor de cada plantel: el valor humano. Todavía mantiene su relación con futbolistas que entrenó hace más de una década. Se va de los clubes y sigue vinculado a muchos jugadores, que le cuentan de sus vidas y sus proyectos, y Gustavo destaca que para él eso es salir campeón.

Así como Felipe, Gustavo también habló preocupado de lo que significa la palabra éxito en estos días: “Hoy todos vivimos en una sociedad muy exitista. El éxito pasa por cuestiones muy tangibles, contables: el que más puntos sacó es el campeón y todos los demás equipos restantes fracasaron. Lo que pasa hoy es que la sociedad no solamente es exitista, sino que además hay poca memoria y lo que se hizo bien hace un mes ya no sirve si ayer tuviste un resultado adverso. Creo que el error más llamativo o más común en el deporte es fijarse lo que buscan los demás. Para mí, hay que focalizarse en lo que uno busca para uno y sentirse contento con lo que uno es capaz de hacer para lograr ese objetivo, es decir, disfrutar el camino que se transita para llegar al objetivo planteado”. Y muchas veces, en el deporte y en la vida, no alcanza con hacer lo que tenemos que hacer y nada más, sino que tenemos que hacer un poco más. Ese plus que damos es nuestro valor agregado”.  

Lo que hizo Diego, entrenar durante cuatro años para los seis minutos de regata, para Gustavo es una locura y lo admira enormemente por su preparación y planificación durante tanto tiempo. “En el buen uso de una metodología de entrenamiento está el provecho, porque lo que es desordenado es raro que salga bien. El deporte es una de las herramientas que ordena, sistematiza y hace sentir mejor a la persona, y cuando esa persona se siente bien con ella misma se siente bien con los demás”.

Además, Gustavo destacó lo importante del deporte en cuanto a la calidad de vida de una persona. “Muchas veces con la actividad física buscamos un objetivo estético y creo que hay otras cuestiones que hacen que la calidad de vida mejore. La persona que tiene cinco kilos de más y sale a caminar media hora se distrajo, vio gente, mejoró su sistema cardiovascular. ¿Adelgazó? No, no adelgazó pero el día que tenga que subir cinco pisos por la escalera no se va a agitar. Son pequeñas cosas que para muchos son grandes cosas. Quizás el día de mañana esa misma persona se engancha con la actividad. Como le gustó y se siente cómoda, es muy probable que quiera algo más, porque el deporte es eso también, es buscar siempre un poquito más. Corrí cinco cuadras, después diez kilómetros, después una maratón. Esa persona, ¿fracasa si no sale primera? No, no fracasa, es exitosa porque tiempo atrás sólo podía correr cinco cuadras”. 


Maraton-Madrid-Fede-Gallardo-Tito-LarrosaLas preguntas que me hice en ese kilómetro 27 que tanto me marcó en la maratón de Madrid tuvieron respuesta una vez que crucé la meta. Todo tuvo otro sentido. Me di cuenta de que mucho más que correr 42 km, hubo algo mucho más fuerte que estar horas y horas corriendo. Pude agregarle una capa extra a mi personalidad; ahora soy capaz de imaginar lo inimaginable, porque la maratón es una metáfora de la vida que se vive en carne propia. Después de terminarla no sé si en mi vocabulario sigue existiendo la expresión “no puedo”… Tardé mucho más de lo que pensé que iba a tardar, pero siempre en mi cabeza estuvo el “voy a terminarla” y la terminé. Y se me viene a la mente una de las tantas frases que leí aquellos días: “Cuando cruces esa meta, sin importar lo lento o lo rápido que lo hagas, tu vida cambiará para siempre”. 

Creo que como seres humanos, como familias, como país, estamos llamados a ser maratonistas. A veces nos dejamos llevar por la realidad y no nos damos cuenta de que tenemos los dones para dejar de correr cinco cuadras y empezar a pensar en grande. Tenemos lo que hace falta para salir de la zona de confort y trabajar todos los días para estar cada vez mejor. Es verdad que los desafíos dan miedo y que no siempre es fácil ajustarse el cinturón para lograr un bien mayor, pero es igual de cierto que podemos llegar a donde nos propongamos. Porque como decía un cartel que sostenían dos personas que alentaban a los corredores en el kilómetro 33 de la carrera, “el dolor es pasajero, la gloria es eterna”.

En el fondo era bueno

Llegando al Vaticano.Cuenta la historia que había un chico malo que robaba por las calles de Tigre. Cuenta la historia que ese chico sólo se dedicó a robar y hacer las cosas mal durante un largo tiempo. Cuenta la historia, que a los 14 años caminaba por las veredas de Cazón y poco a poco se fue ganando enemigos, ya lo habían fichado: “es ese”. “Ese” es este chico malo que se dedicó a robar y a robar, a hacer las cosas mal hasta caer preso. Cuenta la historia que le robó tantas pero tantas veces a una misma persona (que tenía un local sobre las mismas veredas que él solía caminar) que esta persona lo solía esperar con un sobrecito con plata. Así funcionaba la cosa, ya no hacia falta ni asustar con una pistola, ni entrar a los gritos porque ya se había formado una “relación”, una relación angustiante, desesperante, aterradora, que lo único que generaba era pánico. Una vez por semana, este chico pasaba a buscar su sobrecito. Lo había tomado de punto. Y al chico no le importaba nada, le robaba sobrio, drogado, con amigos, sólo, al lado de la policía, ya no le importaba nada. Esta persona llegó a implorar para que este chico se muera, para que no lo moleste más, para que se vaya de este mundo.

Resulta que este chico cayó preso, no por esta “relación” con la persona que tenía el local, sino por otra causa. Este chico fue de cárcel en cárcel hasta caer en una unidad en donde descubrió un pabellón que los transformó. Lo invitaron a jugar al rugby dentro de ese pabellón, le gustó y se quedó ahí. Esa gente que lo había invitado (presos como él) se transformó en su “familia”. Este chico gracias al rugby encontró a Dios, según él estaba detrás de la pelota ovalada. Pasaron los años y su corazón se fue transformando, tanto el de él como el de su “familia”. Pasaron los años y le fue quitando las capas de dureza a su corazón, con el tiempo se fue ablandando. Hasta “llegó a llorar”, cosa que no había podido hacer ni con la muerte de su hermana. Tan blando se puso su corazón que un día le tocó salir en libertad y lo hizo en paz y con tranquilidad.

Al poco tiempo solía volver a la cárcel a rezar con su “familia” y a contarles a todos como “andaban las cosas en la calle”. Siguió entrenando, siguió jugando con sus ex compañeros y, lo más importante, siguió rezando. Tuvo la suerte de poder viajar a Roma de la mano de algunas personas que daban una mano con este tema del rugby en la cárcel. Tuvo la suerte de poder estar cara a cara con el Papa Francisco, y hasta tuvo la suerte de poder regalarle la “Virgen del Rugby” a Su Santidad. Volvió a Argentina, después de semejante viaje y lo primero que hizo fue volver a rezar con sus ex compañeros a la cárcel. Les contó cómo fue el viaje, lo lindo que era Roma y lo impresionante que fue estar frente a frente con el Papa. Les contó todo eso, pero no contó algo que hizo este chico malo que en realidad ya era sólo un chico bueno.

Dándole la Virgen al Papa Francisco.Cuenta la historia que al llegar este chico de Roma, sufrió un cambio, algo dentro suyo que le enseñó a ser más humilde y a sentirse de igual a igual con el otro. Tanto, que llegó a perdonar a las personas que le hicieron daño en su vida, pero algo le faltaba: ser perdonado (como lo necesitamos todos). Entonces pensó en aquella persona que hace más de 10 años le solía robar todas las semanas, pensó en aquella persona que le solía dar un sobrecito, con la que había formado una “relación”. Fue a Tigre, a caminar las mismas veredas que hace mucho tiempo no caminaba, tenía la necesidad de estar de igual a igual, sin “un fierro” con esta persona que tantas veces le había robado. Faltando pocas cuadras sintió un poco de miedo, pero se armó de valor y “se mandó”. Lo primero que hizo esta persona fue abrir los ojos grandes, muy grandes y agarrar la caja, este chico se acercó y tuvieron una conversación.

Cuenta la historia que fue algo así:

“¿Todo bien?”

“Si, qué necesitas”.

“Te la voy a hacer cortita, vengo a pedirte disculpas. Yo se que a vos te robé, te hice pasar malos momentos, a vos, a tu mujer y a tus hijos. Económicamente te arruiné, se que habrás pasado momentos de mierda cuando yo me iba pero te vengo a pedir disculpas. Te digo la verdad, no tengo plata para devolvértela ni laburando toda la vida porque te robé una banda de veces, lo único que tengo para ofrecerte son mis disculpas, de corazón. Todos somos humanos, nos equivocamos. Pero ahora me siento más hombre pidiéndote perdón… Y tengo un Rosario para regalarte, esto fue bendecido por el Papa, vengo de allá…”

Y esta persona no pudo contener las lágrimas, no podía parar de llorar…
Cuando se estaba dando esta situación, entró una señora que estaba pidiendo monedas en la calle y este chico se acordó de él 10 años atrás, sacó algunos pesos que tenía en el bolsillo y se los dio. La señora se despidió con un “gracias, que Dios te bendiga”. Este chico, al escuchar eso le dijo “¿Ah que Dios me bendiga?, tomá vos también, te regalo un Rosario y ahora vas a tener que rezar”.

Este chico, después de esas dos genialidades se fue.

Según él, lo hizo en silencio porque sólo necesitaba que esta persona se entere que estaba arrepentido, esta persona y Dios. Él ya creía que Dios lo había perdonado porque le dio otra oportunidad, una nueva vida, pero faltaba el perdón de esta persona.
Este chico ahora puede caminar tranquilo por las veredas de Cazón, por la puerta del local de esta persona y ya no tiene que agachar la mirada ni mirar para otro lado.

Cuenta la historia que había un chico malo, que conoció el rugby, conoció a Jesús, conoció a Los Espartanos y volvió a ser lo que realmente fue toda su vida pero el no lo sabía, un chico bueno.

PD: gracias por enseñarme en este viaje todo lo que me enseñaste, gracias por mostrarme a Jesús en cada gesto que tuviste desde que te conocí, gracias por tu humildad, tu sencillez, tu alegría y tu esfuerzo por tratar de ser mejor persona, me contagiaste amigo. Te aseguro que ya lo sos y, lo más importante, sos instrumento de Dios. Gracias.

Maestro, qué bien estamos acá

rezo-los-espartanosCada viernes a la mañana cuando estamos a mitad de Rosario pienso la misma frase que Pedro le dijo a Jesús: “Maestro, qué bien estamos acá”. Y pasan los viernes, los Rosarios, la gente, los presos y la frase se repite. Siempre hay un momento en el que quisiera que el rezo dure absolutamente todo el día. Porque constantemente pasa “algo” que transforma el cemento en un pedazo de cielo, ya lo mencioné en otras notas, lo digo cada vez que me preguntan por Los Espartanos, y lo voy a seguir diciendo: el patio del pabellón 8 de Los Espartanos, los viernes a la mañana se transforma en un pedazo de cielo.

En el patio hay varios bancos que rodean la mesa en donde está la imagen de la Virgen del Rugby pero hay uno que tiene una forma distinta, como si fuera “el trono”. Está justo atrás de la Virgen, en donde se ubica, parado, el preso que quiere rezar ese misterio. Curiosamente en ese banco nadie se sienta. Hace algunos viernes que tengo la teoría de que ese lugar es para Jesús, que se sienta con nosotros a tomar unos mates, a reírse, emocionarse, entristecerse y disfrutar de cada Rosario. Y si alguno, por casualidad, llega a sentarse en el lugar de Jesús, pienso que el barba justo se levanta a calentar más agua… Cada loco con su tema ¿no?El Capitán rezandole a la Virgen de Schoenstatt.

El viernes fue un día muy especial. Sentí muy fuerte la vivencia de un GRAN amigo que me dio la cárcel: el Negro Mendizábal.

Él le viene insistiendo a Gaby (una de los presos) que rece uno de los misterios. Le llevó bastante tiempo convencerlo, no tengo la cuenta exacta pero me arriesgo a decir que fueron entre 10 y 15 viernes de taladrarlo al pobre pibe… Gaby se armó de valor, custodiado por el Negro, y se acercó a rezar el segundo misterio. El Negro se sentó en un banquito al lado de él y Gaby empezó a hablar: “La verdad es que no quería pasar pero el Negro me viene insistiendo hace tiempo a que me pare y rece y acá estoy, tengo muchos nervios porque nunca estuve enfrente de todos. Aprovecho para pedir por…” Y el pibe dio una cátedra de cómo se le pide a Jesús, me asombró con la fe y la seguridad con la que habló, un fenómeno. Después de las intenciones de Gaby y de escuchar varias intenciones de los demás, arrancó con el Padre Nuestro…

La imagen de Jesús preso.El 11 de mayo de 2014 murió de cáncer Mateo Pereyra Zorraquin, un chico de 16 años que estuvo dos años luchando contra su enfermedad. Murió agarrado de la mano de su mejor amigo, Bauti, el hijo mayor del Negro. El dolor y el vacío que dejó Mateo fue enorme, pero las gracias empezaron a aparecer.

El Negro rezó mucho por él, por su familia y por el dolor de su hijo más grande. Su forma de rezar fue particular, porque le hizo a Jesús y a la Virgen un pedido muy especial: “Lo único que quiero es que me avisen cuando Mateo entre en el cielo”. Y no se quedó ahí, sino hasta les dijo la forma en que quería que le avisen: “Quiero sentir olor a rosas”. El Negro sabía que muchas veces la Virgen se había manifestado de esa forma, no le pareció tan loco el pedido y rezó muchísimo para que el alma de Mateo entrara en el cielo.

Cuando Gaby estaba rezando el segundo misterio el Negro sintió algo raro.

– ¿No sentís? Le dijo al que estaba al lado.

– ¿Sentir qué?

– Olor a rosas.

– No seas boludo, Negro, estamos al lado de una rejilla con olor a cloaca. 

Intentó buscar cómplices, miró a un lado, miró al otro y nada… Cada uno en la suya, rezando. Pero enseguida se dio cuenta de que no hacía falta que nadie más sintiera ese olor porque era un regalo para él.

Gaby terminó el misterio y le devolvió al Negro su denario “con olor a rosas”, y en ese momento fue tan pero tan fuerte el olor que sintió que rompió en llanto como un chiquito…

Entendió todo.

Jesús y la Virgen se acordaron del pedido.

Mateo entró en el cielo. 

Dos misterios después, el Negro, entre lágrimas, se animó a contar lo que había pasado.

El aplauso fue enorme y el patio del pabellón 8 de Los Espartanos, el viernes a la mañana, se transformó otra vez en un pedazo de cielo.

Pasan los viernes, los rosarios, la gente, los presos y la frase se repite: “Maestro, qué bien estamos acá” y, como dice una canción, “ay, si todos pudieran sentir tu paz”.