Cuidado… Hay gente que dice lo que siente

Tengamos cuidado…
Hay una nueva corriente que se respira en el aire, que quiere que digamos lo que sentimos. Es una locura, sumamente peligroso para tiempos actuales, ¿cómo vamos a decir lo que sentimos?

Tengamos cuidado…
Aparentemente esta corriente nos lleva a ponernos sensibles, a dar abrazos de más de 10 segundos y a mirar a las personas a los ojos, ¡y con con una sonrisa!
Una locura, inaceptable, ¿cómo vamos a hacer eso?

Tengamos cuidado…
Esta gente está dispuesto a todo, van por todo, los escuché. No reconocen los límites, no se hacen cargo de lo que podamos sentir cuando nos dicen lo que nos dicen. ¿Entendemos esto? Nos hacen sentir y después nos dejan ahí, con nuestras emociones… como si supiéramos que hacer. Son dementes, están enfermos.

Tengamos cuidado…
Por favor, redoblemos los esfuerzos, quizás nos agarran desprevenidos y nos mandan un “te quiero” de la nada por Whatsapp. Son dañinos. Por favor, que las armaduras estén más duras que nunca, afilemos las espadas y, cuando alguno se nos acerque, disparemos un “¿Qué pasa? ¿La cuarentena te pone sensible?” Y así nos aseguramos de bloquearlos…

Pero ojo, tengamos cuidado, sigamos despiertos, porque hay algunos que vienen muy preparados y no le tienen miedo a nada, son tan seguros de sí mismos que ni al desprecio le dan bola… Cuando llegue alguno de estos, desenvainemos las espadas y apuntemos directo al corazón, que es lo único que los mantiene vivos, ilusos…

Igual… les suplico, tengamos cuidado.
Como toda minoría, hacen ruido, pero creo que estos vinieron para quedarse.

Fede Gallardo
#PasarseEsComoNoLLegar

Me fui al Sur

Llega un momento en el que mirás por el espejo retrovisor y no hay nada más que luz. Sonreís y te felicitás por haberte animado a encarar todo eso que no tenías ganas de encarar.

Llega un momento en que la respuesta a los “¿por qué te metés tanto para adentro?” deja de ser un dolor de estómago por sentirte raro y se transforma en una sonrisa del deber cumplido.

Llega un momento en el que empezás a sentirte en paz con vos y con el mundo… y la paz trae el silencio. El silencio trae la oportunidad de escuchar al alma sabía que habita en nosotros, la que tiene todas las respuestas. Y el alma dice mucho. Y cuando dice cosas que no tenemos ganas de escuchar, es porque tenemos que sanar. Y cuando dice cosas que tenemos ganas de escuchar, es porque hay que seguirle la corriente.

El silencio de mi cuarentena me hablaba del silencio de la montaña, ese al que tantas veces acudí y entendí que, cuando estaba ahí, vibraba de una forma distinta. Me hice cargo, agarré mis pocos petates y acá estoy… Rodeado de montañas que me hablan con su silencio. Me murmuran sobre proyectos y sueños que aún quedan por cumplir y sobre el deber de mi misión en esta vida, porque a eso vinimos…

Y llega un momento en el que mirás para atrás y sonreís porque todo está en orden. Y volvés a sonreír porque entendés que te ocupaste, y ese es el gran mérito. Cuantas veces uno mira para atrás y ve oscuridad, y prefiere salir corriendo, la pregunta es ¿para donde?

Por eso mi respuesta a los “¿por qué te metés tanto para adentro?” es que hay que dejar la casa en orden para tomar decisiones. Hay que mirar para atrás y ver luz, para poder caminar en paz.

Somos tan buenos para castigarnos, que de vez en cuando tenemos que escucharnos y mimarnos.

Y llega un momento en el que mirás para adelante y sonreís, porque los sueños te bailan en la cara y te das cuenta que todo valió la pena.

#PasarseEsComoNoLlegar

La oveja negra – Carmen Burone y Fede Gallardo

Los que se sienten que no pegan en la familia, los distintos, los que no fluyen dulcemente con el grupo, los que cuestionan las reglas y tradiciones, los que preguntan lo que nadie se anima a preguntar, los que dicen las verdades más herméticamente guardadas, los que dicen lo que todos piensan pero nadie habla, a los que lo etiquetan de rebelde porque no acata las normas que todos acatan sin decir ni mu…

Las ovejas negras, las que vinieron a evolucionar el rebaño.

Un nuevo programa con Carmen Burone.
#ConElCorazónEnLaMano

Leer más

Quizás

Quizás necesitabas un fuego prendido en una cabaña, un poco de música y algo para escribir. La luna reflejada en la nieve junto a los árboles autóctonos a metros de tu ventana.

Quizás necesitabas el silencio de la montaña o el ruido de la lluvia sobre la chapa de tu cabaña. Quizás necesitabas ir a buscar leña a oscuras o despertarte a la madrugada para tirarle un tronco a la salamandra.

Quizás necesitabas la felicidad de tu perro mientras corre por la nieve o ver la claridad de tu sonrisa reflejada en un espejo (o en tu alma).

Quizás seas visto como un loco, o simplemente como alguien que se hizo cargo de la vida que anhelaba. Quizás necesitabas algo de locura para sentirte vivo.

Quizás necesitabas de todo eso, para darte cuenta que la vida es un instante y que vale la pena vivirla como uno quiere.

Prohibido correr

En estos casi 120 días de cuarentena, visité a mis viejos varias veces (barrio cerrado). La primera razón, claro está, por una cuestión de vínculo y amor. La segunda, para correr.

Las primeras corridas las hice alrededor del jardín. Después me animé a correr en la calle lateral de la casa, de unos 100 metros. Siempre con un “cuellito” para taparme la boca, esperando que ningún vecino se altere.

Pero hoy fui más lejos. Cansado de los circuitos chicos, armé uno más largo, dónde hay bastante movimiento de autos y con riesgo de algún reclamo u enojo. Mientras elongaba, iba cargando mi mente de posibles respuestas a aquellos que se atrevieran a decirme que está prohibido correr: “perdón, no sabía”, “ah, perdón, mis viejos me dijeron que se podía, yo no vivo acá”, y otras más agresivas, como: “¿por qué no te metés en tus cosas?”, “seguí de largo, dale” o “no me hinches las bolas”.

Salí negativo, con frases en la recamara listas para disparar de un pésimo modo. Pasaron los primeros kilómetros y los pocos autos que me crucé me ignoraron por completo. Aprendizaje: no soy el centro del mundo.

Estaba corriendo sin disfrutar ni poder conectarme, a la espera de algún auto que frene y baje la ventanilla para vomitarle toda mi porquería. Me puse de mal humor y pensé “en el kilómetro cinco freno”, sin siquiera poder cumplir el objetivo de los diez planeados.

A doscientos metros de abandonar, frustrado y consolándome con que por lo menos había transpirado un rato, apareció un auto. Se me puso a la misma velocidad, con la ventana baja y me dijo algo que no llegué a escuchar. Me saqué un auricular y le grité “¿CÓMO?», a lo que me respondió, manso y con una sonrisa: “Digo, qué felicidad poder correr un rato, disfrutá” y siguió de largo.

Me desarmó, literal, dejé todas las respuestas que tenía en el piso y le grité un “¡MUCHAS GRACIAS HERMANO!” con los ojos vidriosos. No lo conozco, no sé quién es, pero me hizo cambiar la mirada. Metí los 10 kilómetros más rápidos de esta cuarentena.

Segundo aprendizaje, dejar de estar pendiente de los demás y agradecer por los que se cruzan en el camino a recordarme que hay que disfrutar cada paso.

#PasarseEsComoNoLlegar

La muerte – Carmen Burone y Fede Gallardo

Una entrevista a Carmen Burone, no solo a ella, sino a la experiencia de haber vivido la muerte de cerca. Cómo se ve la muerte a través de nuestras creencias y nuestra cultura. Cómo se ve desde lo científico, desde la física. Cómo se ve a través del amor.

¿Por qué le tenemos tanto miedo? ¿Por qué no lo podemos incorporar como parte de la vida? ¿Qué es lo que duele?

Muchas preguntas, muchas respuestas. Una entrevista que clarifica y enseña.
No te la pierdas.
#PasarseEsComoNoLlegar #ConElCorazónEnLaMano