A mis 32…

A mis treinta y dos… 🥳
Entendí que al chiquito de la foto le gustaba reflexionar sobre la vida tanto como al grandote que escribe.
Que un tetra, sentado en la vereda con un buen amigo, vale más que un Catena Zapata sin compañía.
Que hubo generaciones que convirtieron al hombre en un robot: “no sientas, no llores, no te expreses”. Pero otras que supieron desprogramarse.
Que llevo un paradigma como bandera: “con el corazón en la mano”.
Que con un caldo de verduras, un ajo y un paquete de arroz estoy hecho.
Que lo que aprendo de la humildad, siempre está relacionado al silencio.
Que los amigos de verdad son pocos, pero buenos.
Que pedir perdón me libera. Dejo la mochila en el piso y camino más liviano.
Que la apariencia es como un termo, sólo cuando servimos nos damos cuenta qué hay dentro.
Que la palabra “hermoso” es la máxima expresión de belleza. La incorporé este año.
Que absolutamente todo lo que uno piensa, lo atrae. Tengo que tener cuidado.
Que hay una forma mágica de crear realidad: agradeciendo por las cosas que todavía no pasaron. Lo hice, funciona.
Que una videollamada desde Colombia me confirma que la amistad no es cuestión de cercanía, sino de amor.
Que un cumpleaños en cuarentena puede ser mejor que otros 30 cumpleaños de puertas abiertas. Hay sensibilidad en el aire. Los saludos son mejores.
Que el dolor me hace crecer.
Que la alegría y la paz son parientes cercanos.
Que la bronca tiene que estar masticada antes que salga de mi boca.
Que la paciencia, bueno… aprendizaje pendiente.
Que la vida, con un perro al lado, es más vida.
Que al fin del día, mirando el techo desde la cama, me doy cuenta que soy mi mayor proyecto.
Que los propósitos cuando se trabajan, se cumplen. En la cárcel había que dejar uno para madurar durante el año: “Amar sin poseer” decía el mío.
Que hay una manera más elevada de amar: incondicionalmente. Un tal Jesús, y un tal Buda, vinieron a hablar de eso. Hoy les decimos maestros.
Que cuando algo queda sin sanar, la vida nos vuelve a traer la misma experiencia con diferentes disfraces, hasta que aprendemos la lección.
Que mi palabra favorita hoy es GRACIAS.
Que el día que deje esta tierra, me harán una sóla pregunta: ¿Cuánto amaste?
 
F.G.
#PasarseEsComoNoLlegar 

Distintos sudores – Fin

Él pospuso la reunión de aquella mañana. Ella su clase de canto. Se encontraron a las 9 hs en el bar donde solían tomar sus desayunos. La mesa de siempre. Bajo el árbol. Frente al río. Faustina, la camarera. Qué bueno verlos otra vez, dijo. Te corto el café con leche fría y tostadas ¿no? Le preguntó a ella. Huevos revueltos con palta y aceite de oliva. Le confirmó a él. Los tres sonrieron.

Estás más flaca.
Y vos más peludo.

Él apoyó su brazo en la mesa con la palma de la mano hacia arriba. La miró a los ojos. Ella apoyó la palma en su mano. Se apretaron. Él con los ojos inundados. Ella agarró la servilleta para secarse la mejilla.

Mañana cumplen 32 años de casados.

Distintos sudores – Parte 2

Me levanté transpirado. Otra vez. La imagen que siempre me despierta a las 4 de la mañana. Sos vos, me mirás fijo. Te miro. Me alejo. Camino para atrás, sin ver. Siento un paso en falso. Me caigo. Corrés intentando salvarme pero no llegás. Veo tu cara de desesperación estirando el brazo. Grito y caigo al vacío.

Hace meses que siento la misma sensación de desplomarme en el abismo. Empiezo el día. Me abrigo. Salgo a correr para sacar la angustia. Lo hago más rápido cuando te sueño que cuando no. Llego a casa a eso de las cinco de la mañana. Me baño y se activa el ritual de siempre: el sol, sentir que hay esperanza y de que todo va a estar bien.

Pero cuando salgo del baño, nos imagino ahí. Abrazados. Mi beso en tu frente y ese gesto tan tuyo que me confirmaba que todo estaba bien….

Cuando nos conocimos no eras más que un jarrón que te habías partido. Y además de enamorarme de vos, me enamoré de cada uno de tus problemas. Y mi personalidad de siempre, que insiste en curar. Me salió fácil ponerme al hombro todos tus pedazos. Esa fantasía de creer que iba a poder con vos, los quilombos con tu vieja y las heridas abiertas con tu viejo… Más mis problemas con el laburo, los altibajos que nunca te compartí para no cargarte más. Y me fui. Pegué un portazo pensando que era demasiado. Pero… una vez más, me equivoqué.

El tiempo me hizo poner el foco en mí. Porque yo también estaba roto y no volví a juntar todos mis pedazos. Muchos quedaron ahí, y empecé a elegir con qué partes me quedaba. No para cambiar, sino para convertirme en quien realmente debía ser. Y no hizo falta más que espacio para darme cuenta que tus problemas son tuyos, que puedo ayudarte, acompañarte, pero no debo involucrarme.

Sale del baño desnudo.

Necesito llamarla. Me importa un carajo la hora.

Ella salía del baño cuando atendió la llamada.

Perdón, sé que es un horario de mierda. Pero hace días que me levanto todo transpirado… pensando en vos. Me baño, y tengo una necesidad muy fuerte de llamarte.

Distintos sudores

Me levanté transpirada. Otra vez. La imagen que siempre me despierta a las 4 de la mañana. Sos vos, estás de espalda, te vas. Llueve, siempre llueve. En tu mano derecha un pucho y en la izquierda una de las tiras de la mochila. Me veo ahí, reflejada, colgando y pesándote tanto…. Los dos empapados, vos de lluvia en la cara, de libertad. Yo de lágrimas de tristeza, de soledad.

Salí de la cama. Me fui a bañar. El agua en la cara no es muy distinta a la del sueño, sólo un poco más caliente. Van cuatro meses y medio y todavía tengo de estas mañanas. Son cada vez más frías gordo. Y lo único que me quema es la viva imagen de tu abrazo cuando salía del baño. Me envolvías con tu metro noventa. Mi pelo mojado se enredaba en tu barba y antes de soltarme, me corrías el pelo con tus manos y me besabas la frente sin emitir palabra. Nos mirábamos, sonreías, sonreía. Era tu forma de decirme buen día.

De a poquito. Día tras día. Llegaste a juntar mis pedazos. Siempre tuviste esa perfecta intuición de acercarte cuando me sentía rota. Me convertiste en una mujer fuerte y segura. Viniste a cumplir tu misión. Me curaste.

Pero te fuiste. Y sentí que me rompí de nuevo. De un día para el otro. No me di cuenta que te pesaba tanto.

Y pasó el tiempo y entendí que mi sonrisa no puede depender de vos. Que puedo estar sola. Bien. Y estoy mejor. Sólo que a veces tengo mañanas como éstas, en las que siento que después de bañarme me llamás por teléfono para que tomemos un café. Para que probemos… sin necesidad de curarnos, solo de amarnos.

Ella se levanta transpirada, otra vez. Cuatro de la mañana.
Sale del baño, y suena el celular.

#PasarseEsComoNoLlegar

Disfrutame

Me estoy yendo a dormir, apago las luces, demasiado día para mí. Que, para ser sincero, tampoco ando con muchas luces…

No poder salir a correr a primera hora del día, no poder ir a la cárcel, no poder abrazar, no tener contacto físico con las personas, mis amigos, la familia, lo sufro… porque el contacto con el otro me mantiene vivo. Y entiendo que estoy innumerables veces mejor que otros, que la sufren en serio, pero esta es mi situación y así me siento. A veces, pensar que los demás tienen problemas más graves que los míos, no me soluciona nada. Y de a poco, día tras día, estoy empezando a anhelar que todo esto termine.

En casa, cuando apago todas las luces, camino cuatro o cinco metros a ciegas. El recorrido es del living a mi mesa de luz. Pero hoy, no sentí la oscuridad. Desde el escritorio, me llamó una luz suave y natural. Me invitó a escribir, sin mucho sentido. Me acerqué a la ventana, despacio, ella me miraba desde arriba. Conectamos. A veces, una mirada basta para conectar. Me puse los auriculares para abstraerme del mundo, “Black” de Pearl Jam con el volumen al máximo. Dejé la hoja en blanco.

No pienses, me dijo. Sentí. Dejáte llevar por lo que venga. Si aparece la nostalgia, dejala pasar. Si golpea la melancolía, bienvenida. Si hay tristeza, no tengas miedo y si hay soledad, te acompaño en silencio… Disfrutame, que estás en el momento y lugar en el que tenés que estar.
¿Me vas a dar un vino?
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Gracias @beholder.tv por la foto.
#PasarseEsComoNoLlegar #Luna #Moon

Jardín difícil

La cuarentena me está mostrando distintos jardines de mi mente. Hay algunos que, de tanto caminarlos, les queda poco pasto… Hay otros, como este que ves en la foto, que están muy pocos caminados. Son los que me las arreglo para hacerme el boludo, y poner excusas como “la vorágine del día a día”, “no puedo parar la pelota”, “si freno, me da cagazo de que todo se venga abajo”. En realidad, culpar a la velocidad del tiempo sería no hacerme cargo. No entro seguido porque se necesita valor. Y las pocas veces que me animé a entrar, dolió. Da la casualidad que siempre fueron domingos a la tarde. Hay otros dos patrones, como el mate en mano y algún perro salchicha durmiendo al lado.

Hoy me animé. Dejé la mochila en la entrada, me saqué los borcegos y prendí la chimenea. Me senté en el banquito, respiré profundo por la nariz y cerré los ojos. El ritual empezó. Una bocana de viento entró por las ventanas, sacudiendo los cuadros, haciendo golpear las puertas de arriba y levantando el polvo de viejos recuerdos. Pocos segundos después, la calma…

El silencio, el crujir de la leña, la luz del atardecer por la ventana y él, parado frente a mí. Jean gastado, camisa a cuadros y remera blanca. Manos curtidas, barba canosa y su forma tan particular de mirar, con el alma. Antes de empezar, me dijo:

Hace rato que no venías.
Ya sé… es que me sale mucho más fácil arreglar la vida de los demás.

#PasarseEsComoNoLlegar #Coronavirus #Cuarentena