Un viejo barco

Mi alma es más vieja que las maderas que me mantienen a flote… Fui construido con las manos de un noble carpintero. Hace años que parezco naufragar, perdido, navegando de puerto en puerto, intentando encontrar un imposible.

El capitán manda, siempre fue el corazón. Hace un par de lunas que amo cada una de las olas que acarician mi proa. Todo cambió, una noche de tormenta, en un mano a mano, cuando el corazón le clavó la espada a la razón, que por muchos años intentó ser el capitán, imponiendo anhelos que no eran míos. Los que se dejan comandar por la razón desprecian los puertos en los que amarro. Ladran, enojados, con los pies en orillas en las que no quieren estar. Ellos son como perros adiestrados por la razón. Lo que no saben es que el corazón siempre me dio la razón. Y así voy, disfrutando de los pequeños placeres de la vida. Beso, me emborracho, fumo, bailo, río, lloro, amo y ahora descubro, que vivo y sobrevivo a todos los vientos.

Hace una cuarentena que encallé en una isla sin mucha más compañía que la de mi corazón… el mar me habla de día, me cuenta sus historias. Las estrellas lo hacen a media tarde. De noche, la luna, me murmura que la soledad no es más que un monstruo que desea ser acariciada y domesticada. Quizás, cuando lo haga, pueda volver a navegar… Quizás… no lo sé, sólo soy un viejo barco.


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