No mueras sin antes pisar…
La bombonera. Si, haceme y hacete el favor de ir. Te voy a contar un poco mi experiencia. Cada vez que voy me pasa lo mismo. Cada vez que me de despierto el día en que juega Boca y se que voy a ir al estadio mas lindo del mundo, mi despertar tiene color, tiene mejor buen humor que de costumbre. Me baño y, en calzones, me pongo a cantar Pearl Jam, como si fuese Eddie, ante miles de personas. Me cambio, y esta vez la ropa es de laburo, porque el amor de mi vida juega un viernes, día laboral. Pasa el día, pasa la rutina, pero no pasa el buen humor, no pasa la alegría de saber que hoy voy a ver a 11 gladiadores, que, a mi parecer, están sintiendo lo que es jugar en Boca. Pasan las obligaciones, ahora toca disfrutar de las magníficas cosas que nos da la vida. Prendo el auto, de acompañante un gran amigo, Joaco, y encaro para La Boca. Faltan dos horas para el partido. Desde Tigre hasta la 9 de Julio, 28 minutos. Desde la 9 de Julio hasta La Boca, hora y 32 minutos. Casi a paso de hombre, pero eso ayuda a valorar cada minuto, cada bocinazo, cada agite con la bandera saliendo por la ventana, cada sonrisa de cada peatón, comprendiendo esta pasión que llevamos los argentinos, comprendiendo que el fútbol y los colores nos llevan al mas allá. Los minutos pasan, las cuadras son cada vez menos, estacionamos. El trapito me dice: “$50 amigo” y mi respuesta es: “Mira el auto que tengo hermano…” Si, me revienta pagar ese volumen de morlacos a gente que no lo merece, en fin… Discusión para otra ocasión. 5 son las cuadras que nos separaban de ver la gloria. 5 son las cuadras que atestiguan que mis Nike corren y aceleran el paso cada vez que me acerco a La Bombonera. Como explicar esta sensación tan única y magnífica. Cuando de repente, haces una cuadra, doblas, levantas la cabeza y esta ella. Tan imponente, tan real, tan… no, no encuentro adjetivos, perdón. En fin, llegamos. El policía nos palpa. La entrada pasa por un molinete y solo nos separan un par de escalones para entrar, para estar del lado en que pocos pueden estar, para ver el verde mas glorioso de los últimos 108 años. Subimos, cada escalón es un éxtasis, ya el aire es distinto, ya no se respira aire, se respira fútbol. Sector C, sector corporativo, sector diferencial, la gente no tiene la vehemencia que tiene la 12, la gente ve el partido sentado en su asiento, la gente, no yo, claro está. Cada vez que voy a una platea disfruto del partido, pero cuando voy a una popular, disfruto de la fiesta. En fin, ayer tocó platea. Faltan apenas unos minutos para que mi amado equipo pise el verde césped, diferentes formas de ver al equipo, pero el fin es el mismo, ver al equipo. El rival ya fue silbado y entra en calor en el campo de jugo. La emoción es inmensa, miro esa puerta por donde van a salir 11 leones a dejar todo por los colores, y por cada uno de nosotros, que estamos ahí para verlos. Creo que son consientes, quiero ser inocente y pensar que no sólo juegan por la plata sino también por la camiseta, el escudo, la gente y por ellos mismos. Porque romperla en Boca automáticamente les abre las puertas del fútbol elite, del fútbol europeo. La 12 canta cada vez más fuerte, todo el estadio se unifica en un solo grito de guerra: “Boca, mi buen amigo, esta campaña volveremo a estar contigo, te alentaremo de corazón, esta es tu hinchada que te quiere ver campeón…” y así infinidades de veces y cada vez más fuerte… Hasta que “El loco banderita” un viejo estandarte del club que se para frente a la salida de los leones, mueve sus banderas y le avisa a las 40.000 almas que el equipo va a pisar el césped. Que momento, ufff, me acuerdo y se me aflojan los hombros… Que increíble. Sale el equipo, se paran en el circulo central de la cancha, y nos saludan con un gran abrazo a la distancia diciendo: “hoy vamos a dejar todo por ustedes”. Comienza el partido. Pasan 19 minutos. Y la pelota, la caprichosa, besa la red después de un cabezazo de Gigliotti, y ahí te juro por Dios que se me sale el corazón, porque si hay algo mas lindo en esta vida, es gritar un gol de tu equipo, gritar un gol en La Bombonera.
Abrazo con Joaco y salida de cadena, mal. Pero mal en serio. En esos momentos creo ser capaz de hasta tirarme desde cualquier bandeja para abrazar a cada uno de ellos, para besar al mejor DT de la historia del Club, para abrazar al último 10 de la historia del fútbol, para decirle a Gago que nunca deje de jugar, en fin… Soy capaz de muchas cosas, incluso hasta de llorar, si. ¿No me conocés todavía? Soy un tipo muy sensible, y un gol en La Bombonera me llega a los más profundo del corazón, me lleva a pensar que Dios es de Boca, me lleva a lagrimear… Me lleva al más allá.
En fin, puedo estar horas describiendo cada detalle, pero seguramente te aburras. El partido siguió, fue 2-0. Fue una fiesta, fue algo tan inexplicable que hasta que no lo vivas no lo vas a entender… y por eso insisto, por eso te digo:
…no mueras sin pisar La Bombonera.