El autoboicot
El autoboicot. Ja.
Me río… para no llorar.
Porque sí, es impresionante, pero pasa. Y nos pasa, cada vez más.
Y creo que nos pasa a varios. Bueno, a vos tal vez no. Pero con muchos de los que hablo sí. Y pienso e intento sacar conclusiones.
En el mundo de la sobreinformación, de las redes que se convirtieron en una ola de gurúes y sabios que todos tienen la receta mágica para ser feliz con videos cortos, de impacto, con letras grandes, que te dicen y explican… Y ya no sé ni que te explican, porque van tan rápido…
Y en ese mundo nos mareamos, nos confundimos, nos agobiamos.
“¿Qué voy a poder ofrecer yo?”, “¿Qué tengo para dar?”, “Miles ya están haciendo lo mismo”, “Hay muchos mejores que yo”, “¿Por qué me van a elegir a mí?”.
Sentimos que no estamos a la altura, que eso que tenemos para ofrecer, y que alguna vez sacamos pecho en alguna ráfaga de confianza, ya no es tan wow.
Entramos en pensamientos negativos, nuestro cerebro actúa como un laberinto perfecto que la salida parece ser el desgano y la desesperanza. Tan fuerte es que le damos un poder enorme a la mirada de los demás…
¿Y sabés qué pasa?
Pasa el tiempo, las horas, los días, las semanas. Quizás meses o, según algunos con los que hablé, pasan también los años. Y también quizás pase la vida, salgamos de este plano y volvamos a la fuente y ahí, quizás, nos retumbe bien fuerte en el alma la pregunta de: “¿Qué hiciste en la tierra con todos los dones que te regalé?”…
Y ojalá la respuesta no sea “Pasé mi vida mirando qué hacían los demás y nunca pude descubrir lo que tenía para dar”, o peor aún “Entendí cuáles eran mis dones pero no me animé ni me creí suficiente para darlo a los demás”.
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