#Día11 – La meditación de Cacho

Qué lindo este momento Roberto, qué lindo todo lo que está pasando, porque… pará, antes de que me ataques boludo, pará. Imaginate, esto…
De qué carajo me hablás Cacho…
Vos haceme caso gil, tomate un buen sorbo, ponete cómodo y cerrá los ojos. Imaginate, pero hacelo bien eh, imaginate esto que te digo. Como si fueran escenas de una película:
 
Imaginate que sale el Alberto en cadena nacional a decir que todo esto terminó. Que podemos volver a salir a la calle porque salió una vacuna.
Imaginate la gente saliendo de sus casas, la gente corriendo Roberto, sin sentido, sin dirección, la gente corre, se abraza, llora, la gente llora Roberto. Se abraza el vecino de la cuadra con tu vecina. No se conocen, pero se abrazan. Hay banderas Argentinas por todos lados Roberto. Sale Jorge el almacenero, con la panza al aire, a abrazar a la verdulera de enfrente con la que siempre tuvo pica. A Omar el jardinero se le caen las lágrimas porque puede volver a cortar el pasto. Paula sale de la veterinaria gritando como loca con una perra salchicha en brazos. Andrés el carnicero, con el delantal todo manchado, abraza a María, la más coqueta del barrio. Damián se sube al taxi y empieza a tocar bocina. Pasa Walter, el de Ivess y le parte la boca a Daniela, la viuda de la esquina. Marcelo el dentista sale corriendo, con el torno en la mano, y abraza a Diana la peluquera. De lejos se ve un camión de Cliba con los muchachos saltando, la gente empieza a ovacionarlos Roberto, a seguirlos por cuadras, sin importar el olor a mierda. Y en los hospitales Roberto, la gente lleva en andas a todos los médicos, con marcas en la cara de tanto barbijo, como si fueran Maravilla Martinez que recién terminada la pelea. No paran de llorar, Roberto. Hay una enfermera, arrodillada, agradeciéndole al barba porque se acabó la locura. La abraza otra enfermera, judía ortodoxa…
 
Imaginátelo a Anselmo, Roberto, en pleno Río Luján; con su sonrisa casi sin dientes, la boina bordó, tocando los tres bocinazos de siempre, los dos primeros cortos y el último bien largo… Imaginátela a Rosa, mirándote a los ojos, diciéndo: se terminó Roberto, se terminó.
Ufff… La pucha que vale la pena estar vivo Cacho.
 
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