Me gusta creer

Me gusta creer que atrás de todo esto hay algo más… y que no se trata de una conspiración de algún país asiático. Me gusta creer que atrás de todo hay un plan perfecto de Dios.
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Me gusta creer que las instituciones educativas, por ejemplo, están pensando en cambiar su obsoleto modelo, para hablar de educación emocional y financiera. Me gusta creer que la inclusión es un estilo de vida, donde se hable de discapacidad y no se mire de reojo a nadie más.
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Me gusta creer que está naciendo un nuevo hombre político, y que su único fin es servir al pueblo y a la patria que tanto le dio.
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Me gusta creer que las religiones serán un alivio y un refugio y no una mochila de culpa.
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Me gusta creer que todo esto sirvió para que el hombre tome conciencia de la importancia de una vida espiritual. “Hice tal meditación”, “estoy rezando en familia”, “leí tal cosa que me dejó pensando”…
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Me gusta creer que todo esto nos hizo, de una vez por todas, pensar. En uno mismo y en el otro. Porque se sienten los “cuanto los extraño a los viejos”, “daría cualquier cosa por ir a abrazar a mis abuelos”, “qué ganas de verte hermano”, “no sabés el abrazo que te voy a dar cuando te vea, te juro que no te voy a soltar”.
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Me gusta creer que hay una transformación muy profunda. Que no somos capaces de ver, pero si de sentir. Me gusta creer que somos privilegiados de vivir en esta época.
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Me gusta creer que no vamos a volver a ser los mismos.
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Me gusta creer en un plan perfecto de Dios, porque todo lo que viene de él, es perfecto, como este atardecer de hoy, que no tiene filtros de Instagram.
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Me gusta creer que todo esto fue para que vivamos, al menos un rato, #ConElCorazónEnLaMano.